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trae en las caballerizas que están sucias, y donde las camas de los caballos no son renovadas convenientemente. Mándemelo usted mañana con el mozo, y le haré la cura que requiere, recetándole un linimento que aquél le podrá aplicar con arreglo á mis instrucciones.

Al siguiente día me limpió interiormente los cascos con el mayor esmero, y me los rellenó de estopa empapada en una fuerte loción, lo que fué asunto bien desagradable para mí.

El veterinario ordenó que mi cama fuese levantada diariamente, y que el piso de la cuadra se mantuviera siempre bien limpio; que me dieran afrecho, alguna hierba, y poco grano hasta que me mejorase. Con este tratamiento, pronto recobré mi antiguo espíritu; pero el señor Barnuevo se disgustó tanto al verse engañado dos veces por sus criados, que determinó dejarse de tener caballo propio, y alquilar uno cuando lo necesitase. En su consecuencia, me conservó hasta que mis cascos estuvieron completamente curados, y entonces fuí vendido en una feria.