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los colores de los candidatos, corrían por entre la multitud, como si la vida ó los miembros de la gente fuesen cosa de ninguna importancia.

Dos personas fueron atropelladas á nuestra vista, siendo una de ellas una mujer. Los caballos estaban pasando un mal día, pero los electores, dentro de los coches, la mayor parte medio borrachos, sacando la cabeza por las ventanillas y gritando como energúmenos, no se ocupaban de ellos para nada. Era la primera elección que yo presenciaba, y no he sentido luego deseos de presenciar otra, aunque según he oído, las cosas están mejor ahora.

1 No habíamos comido muchos bocados, cuando vimos cruzar por delante de nosotros una pobre mujer con un niño en los brazos, mirando en todas direcciones, como si estuviera extraviada.

Se acercó, por último, á Perico preguntándole si podría indicarle la dirección para ir al hospital de Santo Tomás, y si estaba muy lejos. Había llegado del campo aquella mañana, en una carreta de las del mercado, y desconocía por completo á Londres, adonde había venido á poncr en el hospital aquel niño, que lloraba débilmeute y parecía estar muy enfermo..

-El pobrecito-añadió,-tiene cuatro años, y no anda más que si tuviera cuatro meses; pero el doctor me ha dicho que, si pongo en el hos-