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nario, que con seis meses de suelta en un potrero se pondrá enteramente cambiado. Yo lo he estado cuidando durante los diez últimos días, y aseguro á usted que no he visto animal más noble y agradecido, siendo digno de que cualquier caballero dé veinticinco duros por él, y pruebe lo que es. Apostaría á que en la primavera inmediata vale cien duros.

- El señor se rió de nuevo, y el niño lo miró con ansiedad.

-No dijo usted, abuelito, que había vendido el potro por veinticinco duros más de lo que esperaba? Compre éste con ese dinero.

El labrador me tentó cuidadosamente las piernas, que estaban hinchadas y con vejigas; me miró después la boca, y dijo:

-Trece ó catorce años; hágale trotar un poco.

Arqueé mi pobre y delgado cuello, enderecé un poco la cola, y salí trotando lo mejor que pude, atendido el estado de mis piernas.

-¿Cuánto es lo menos que quiere usted por él?-preguntó el labrador cuando regresamos.

Veinticinco duros, señor, es el último precio fijado por mi amo.

-Es una exorbitancia-dijo, moviendo la cabeza, al mismo tiempo que sacaba su bolsa muy despacio;¡ una exorbitancia! ¿Tiene usted alTxU