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hombres no sólo eran unos brutos, sino unos estúpidos.

-¿Quién habla aquí de estúpidos?-dijo Alegría, que llegaba después de haber estado rascándose contra las ramas bajas de un viejo manzano.-¿Quién habla aquí de estúpidos? Considero esa palabra demasiado dura.

-Las palabras duras se han hecho para calificar las acciones duras-contestó Jengibre; y le contó á Alegría lo que Oliveros nos había referido.

-Todo eso es verdad-dijo Alegría, quedándose pensativo;-he visto practicar esa crueldad con los perros muchas veces, en la casa de mi primer dueño; pero opino que no debemos hablar de ello aquí, donde tanto el amo como Juan y Jaime son buenos para nosotros; censurar á los hombres en general en semejante sitio, no es un acto noble de nuestra parte. Ustedes saben que hay otros que son buenos también, aunque no tanto como éstos, que son los mejores.

El acertado discurso del pequeño Alegría, que no podíamos dejar de reconocer que decía la verdad, nos tranquilizó, especialmente á Oliveros que adoraba á su amo; y con objeto de variar la conversación, dije yo :

-¿Puede alguno de ustedes decirme para qué sirven las anteojeras?