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tales, hoy desaparecidas, han ido á concentrarse en manos poco abiertas para hacerlo servir al bien público, ó para preocuparse de otro interés que el de aumentar sus utilidades, sin hacerse sentir de otro modo que por la estrechez del descuento, y por el abuso del poder monetario contra los que clarnan por ser habilitados para producir y extender la riqueza del pais.

En esta medida no hay otro motivo que el profundo interés que el P. E. tiene de que la enorme masa de papel fiduciario emitido, y la masa de oro que tiene el mercado, salga ú la circulación y deje de buscar su conveniencia en el agio, para buscarla en la fecundación del trabajo y de la producción.

Además de esto, es de toda notoriedad que las sucursales de la cempaña de Buenos Aires y sobre todo las de las provincias, están exhaustas. Es, pues, de necesidad habilitarlas con algunos millones que restablezcan la circulación provincial, que faciliten los pagos internos y den movilidad á las operaciones comerciales. Para esto no hay sino dos medios: nuevas emisiones, ó acumulación de capital por medio de los depósitos en la casa central. Lo primero es imposible y acentuaría la ruina del paísúnico que restablecería la salida y recolección de los valores que hacen la prosperidad del comercio y de la industria. Esperar semejante servício de los bancos particulares, en cuyo cálculo no entra otro elemento que el de la usura, es decir, el interés estrictamente particular, que si bien no es ilejítimo, no puede ni debe permitirse que se convierta en poder público abusivo, ni que siegue por medio del agio las libertades y las utilidades del comercio de los pueblos.

V. H. comprenderá, pues, que los fines que justifican esta medida son de un alto orden social y patriótico, que nada tienen de común con los mezquinos móviles Lo segundo es lo único lejítimo y eficaz: lo