por falaz o ignorante codicia.—«De modo que el territorio patagónico—ha dicho recientemente un hombre imparcial que tenemos entendido reside en Buenos Aires, i que ha estudiado concienzudamente las últimas esploraciones de la Patagonia;—de modo que el territorio patagónico no contiene mas de seis mil habitantes esparcidos en una superficie de veinte mil leguas cuadradas, en la cual hallan apénas con que vivir aquellos bárbaros nómades» [1]. ¿I por esto, por el hambre de un millar de patagones i por el buche i las plumas de un centenar de avestruces, van a desenvainar la espada de hermanos los dos pueblos jemelos de Maipo i de Sorata? ¡Oh! Los gobiernos que tal crímen cometiesen, sea en una banda, sea en la otra de los Andes, o en ámbas a la vez, merecerian simplemente el nombre de «gobiernos-avestruces».
Mas, prosigamos nuestro relato de las ciudades encantadas de la Patagonia.
El primer Cesarista que los falsos relatos de los aparecidos de Villarica i Concepcion alistaron en su largo ejercito de crédulos i de fanáticos, fue un capitán de la guarnicion de Valdivia llamado Pedro de Espinosa, que, arrebatado de temerario fer-
- ↑ Emilio Daireaux (Artículo citado en el epígrafe).