Por el año de 1707, llegó a la corte de Madrid en demanda de auxilios para ir a la conquista i la redencion de los oprimidos Césares, un aventurero que habia residido largos años en Chile i Buenos Aires, el cual contaba cosas de asombro de la ciudad encantada, así como de la manera en que allí vivian i se perpetuaban los españoles, «como que lo anduve i toqué con mis manos»—decia el peticionario en sus memoriales al rei Felipe V.
«Tienen—decia en otra parte del prolijo itinerario que presentó a la corte con su firma, i que ha publicado íntegramente el anticuario Angelis entre sus Documentos del rio de la Plata (1836);—tienen los Césares herniosos edificios de templos i casas de piedra labrada i bien techadas, al modo de España; poseen así mismo muchos ganados mayores i menores, muchas chácaras donde recojen granos i hortalizas, ademas de cedros, álamos, naranjos, robles, palmas con muchedumbre de frutos mui sabrosos, por ser la pura verdad como que lo anduve i toqué con mis manos».
Todo lo que les hacia falta era un poco de aceite, porque no habian logrado aclimatar el olivo. I así debia ser, pues es bien conocida la historia del único pié de aquel árbol que vino a Chile i de la escomunion en que incurrió el que lo trajo hurtado de Lima.