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XI
Vida de Cervantes.

naciones en el proceder generoso, en el valor de su animo y en la fuerza de su espada.

El sultan Selim II se habia apoderado alevosamente de la isla de Chipre, perteneciente á la república de Venecia, la cual imploró desde luego el auxilio de los principes de la cristiandad, aunque por celos y rivalidades no todos ellos respondieron á su llamamiento. El rey Felipe, sin embargo, excitado por el Pontifice, acudió presuroso al peligro comun, y sin previo tratado formal facilitó sus naves y sus tropas para la expedicion, que sin gran resultado se emprendió en el verano de 1570, bajo el mando de Marco Antonio Colonna. A ella, en la lumilde parte que le cupo, concurrió MIGUEL DE CERVANTES, supuesto que tal fué el destino de su compañía, mandada por Diego de Urbina, capitan valerosísimo, dependiente del tercio de Don Miguel de Moncada, jefe no ménos famoso por sus hazañas.

Por la primavera del año siguiente de 1571 se concertó la liga contra el turco, entre su Santidad, el Rey de España y la señoría de Venecia; y en el mismo tratado se nombró generalísimo de todas las fuerzas de mar y tierra á D. Juan de Austria, hijo natural de Cárlos V, quien, aprestándose con la celeridad del rayo, voló á organizar sus escuadras, que zarparon del puerto de Mesina, en 15 de setiembre, con el presentimiento de una gloriosa jornada. Tal fué la del 7 de octubre inmediato en las aguas de Lepanto, donde forzada á batirse por su situacion la armada turquesca recibió el mayor descalabro que vieron los siglos. Dividida la de los coligados en tres escuadras de combate y dos de reserva, formaba el ala izquierda la que mandaba Agustin Barbarigo, proveedor general de Venecia, y por ella empezó el ataque sobre mediodía, empeñándose la reñida accion por todo el resto de las fuerzas. En esta escuadra tenia su puesto la galera Marquesa de Juan Andrea Doria, mandada por Francisco Sancto Pietro; y en ella gemia CERVANTES postrado por unas calenturas que le dispensaban de todo servicio. Pero apénas supo que se iba á entrar en combate, se levantó precipitado y corrió á su puesto. En vano su capitan y sus amigos quisieron persuadirle á que se estuviese quedo abajo en la cámara de la galera. Señores, respondió, ¿qué se diria de MIGUEL DE CER» VÁNTES? En todas las ocasiones que hasta hoy en dia se han ofrecido de guerra á S. M. y se » ha mandado, he servido muy bien como buen soldado; y así ahora no haré ménos, aun» que esté enfermo é con calentura: mas vale pelear en servicio de Dios é de S. M. é morir » por ellos, que no bajarme so cubierta.» Pidió con las mayores instancias á su capitan que le colocase en el lugar mas peligroso, y así lo hizo este destinándole á la cabeza de doce soldados en el lugar del'esquife. Desde allí, rechazando con valor y hasta el fin las arremetidas de los enemigos, recibió dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda, que le quedó estropeada hasta el punto de no poder ya mas valerse de ella[1].

Concluida la batalla, despues de una breve estacion en el puerto de Petela para reparar las averías, volvieron las fuerzas navales á Sicilia, desde donde se repartieron los buques en varios puertos de Italia para la próxima invernada. CERVANTES permaneció en el hospital de Mesina curándose de sus heridas, agravadas por efecto de sus otros males: la curacion fué larga, supuesto que duraba todavía en el mes de marzo del año siguiente, con el consuelo de verse atendido por su ilustre general el Sr. D. Juan, quien, tan terrible para sus enemigos en el campo como benévolo y amoroso para sus soldados, hizo el debido aprecio de sus merecimientos, le socorrió varias veces, y le aventajó en tres escudos al mes, cuando ya restablecido se halló en el caso de volver al servicio.

A fines de abril de 1572 se vió incorporado en el tercio de D. Lope de Figueroa, que fué á Corfú en las galeras del esclarecido marques de Santa Cruz, concurriendo bajo las

  1. Así resulta de las declaraciones prestadas en 1578 por los alféreces Mateo de Santistevan y Gabriel de Castañeda, en la informacion hecha ante un alcalde de corte, a solicitud de Rodrigo de Cervantes, para obtener los medios de rescatar á su hijo Miguel.