muy oculta, donde fuéron con mucha anticipacion guareciéndose los cautivos á medida que iban escapándose de las casas de sus amos. Juan velaba por su seguridad, CERVANTES con suma diligencia y disimulo dirigia aquella maquinacion, proveyendo á todo y ofreciendo este medio de fuga á los cautivos de su confianza. Pero la depositó muy sobrada en uno que llamaban el Dorador, natural de Melilla, que despues de haber renegado de su fe en la juventud se habia vuelto á reconciliar con la Iglesia, y habia sido posteriormente cautivado. Este cuidaba de comprar los víveres y conducirlos á la cueva con el recato que es de suponer, y debia ser uno de los prófugos. Todo estaba dispuesto: la noche aunque incierta de la libertad se iba acercando, y CERVANTES se ocupaba en recoger á sus amigos mas rezagados, con el disgusto de no haber podido atraer al Dr. Antonio de Sosa, eclesiástico de estóica virtud, que lleno de achaques y guardado con especial vigilancia por su amo no pudo ó no quiso acompañarle.
Llegó por fin la fragata, que manteniéndose en franquía todo el dia 21 de setiembre, se arrimó ya de noche, y su tripulacion verificaba el desembarco, cuando amedrentada por unos moros que acertaron á pasar por aquel sitio, tuvo que hacerse á la mar. Volvió en seguida; pero alarmada ya la poblacion de aquel campo, que acudió y se puso en acecho, no solamente frustró la tentativa, sino que arrojándose sobre la embarcacion, la apresó con toda su gente.
Quedaron en consecuencia los de la cueva privados de toda esperanza y socorro, pues no volviendo á parecer el Dorador carecian de todo alimento, y se hallaban reducidos á la mayor desesperacion. A los tres dias le vieron por fin; pero conduciendo al comandante de la guardia del Rey con veinte y cuatro infantes armados de alfanjes, lanzas y escopetas, y algunos turcos de á caballo. Encamináronse todos derechamente á la cueva, y al oir el rumor de las pisadas y amenazas, tuvo tiempo CERVANTES de advertir á sus compañeros que descargasen sobre él toda la culpa; en seguida se adelantó á encararse con el comandante, diciendo con singular entereza que él solo habia fraguado aquel proyecto y seducido á los demas, así que sobre él solo debia recaer cualquier castigo. Asombrados los agresores, tanto como los capturados, en vista de tan rara presencia de ánimo, despacharon un propio al Rey, quien mandó que todos aquellos infelices fuesen conducidos á su baño, y que á CERVANTES Solo le llevasen á su presencia. Así se verificó, y así tuvo que entrar en Arjel el animoso jóven, maniatado, á pié, y perseguido por los insultos de aquel bárbaro populacho.
El lector adivinará que quien delató esta conspiracion fué el mismo Dorador, que en efecto, mudando de propósito y viendo frustradas por entonces sus esperanzas de libertad, quiso sacar partido de su posicion, y renegando segunda vez vendió á sus cómplices, congraciándose con el Rey. Poco tiempo pudo gozar la recompensa, pues—murió miserablemente tres años después, en el mismo dia 30 de setiembre, aniversario de su infame traicion.
Era el rey Azan hombre muy diferente de su antecesor Uchali, en quien reconocian los cautivos ciertos rasgos de hidalguía que horran su memoria. La ferocidad de aquel era sin límites: trataba á sus esclavos peor que á las bestias, teniéndolos en la mayor desnudez y necesidad; sentia cierta fruicion incomprensible en atormentar á sus semejantes, y se deleitaba en ejecutar con sus propias manos los suplicios á que caprichosamente los condenaba. CERVÁNTES le caracterizó perfectamente con un magnifico pleonasmo, diciendo que era condicion suya el ser homicida de todo el género humano[1]. Nada podia pues halagar tanto sus perversos instintos como la ocasion que espontánea se le ofrecia, sobre la ventaja que lograba en sus in-
- ↑ Don Quijote, primera parte, cap. XL. Azan era renegado veneciano, y antes de renegar se llamaba Audreta. Sirvió primero á Dragut, y despues que este murió en el sitio de Malta, al Uchali, por cuyo favor fué dos veces rey de Arjel: una desde 1577 á 1580 y otra desde 1582 hasta el año siguiente, en que por nombramiento del Gran Señor pasó al gobierno de Trípoli. A los dos años, por fallecimiento del Uchali, fué promovido á capitan baja ó general de la mar, y al In murió de ponzoña que le hizo dar el Cigala, uno de los famosos corsarios de aquel tiempo, que pretendia y logró sucederle en su cargo. (CLEMENCIN, comentarios al Don Quijote.)