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Página:Biblioteca de Autores Españoles (Vol. 01).djvu/23

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XV
Vida de Cervantes.

tereses. Porque es de advertir que por costumbre de aquella bárbara república eran propiedad del Rey los esclavos perdidos ó fugados que cogian sus esbirros, y así es que valiéndose ó abusando de este derecho tenia cerca de dos mil encerrados en su baño, que así se llamaban por alli los depósitos de tan lastimosa mercadería.

Puesto CERVANTES á la presencia de este monstruo tuvo que sufrir un capcioso interrogatorio acompañado de terribles amenazas. Habia en el Rey la intencion de extender el número de los culpados para aumentar su botin, de modo que avisado el P. Jorje Olivar, de la órden de la Merced, comendador de Valencia, que á la sazon se hallaba de redentor en Arjel, de que se intentaba complicarle, tomó sus precauciones y trató de salvar en manos del Dr. Sosa sus ornamentos y vasos sagrados de la profanacion de los infieles, por si llegaba el caso de prendérsele. Mas á pesar de todos los medios que se usaron para vencer la firmeza de CERVÁNTES, no pudieron recabarse de él otras declaraciones mas que la misma dada en el acto de su prision: que él solo era el autor de todo, y que todos eran víctimas de su seduccion. Respuestas tan imperturbables, acompañadas de aquella mirada de águila que en apurados trances suele animar el semblante de los hombres superiores, hubieron de hacer bajar los ojos á Azan, quien con gran sorpresa de cuantos conocian su carácter se contentó con mandar á CERVANTES Con los demas á su mazmorra.

El otro Azan el alcaide, dueño de la posesion donde se hallaba la cueva, reclamó á su cautivo el pobre Juan, á quien ahorcó por sus propias manos. Dalí Mami usando de su valimento recobró tambien á CERVANTES, pero muy poco tiempo despues, por el precio de quinientos escudos, lo vendió al Rey, quien creyó haber hecho un buen negocio; pues no podia creer que hombre tan extraordinario no valiese mucho mas en su patria. ¡ Bárbara simplicidad! Los compatriotas de CERVANTES no le estimaban en tanto.

á Entre los dos mil cautivos encerrados en el baño del Rey, gemian otros tres caballeros, relacionados con el gobernador español de Orán, donde tenia CERVANTES tambien algunos amigos; y cinco meses despues, juntando las recomendaciones de todos, halló medio para ganar un moro que se ofreció á llevar las cartas, dirigidas á que se les enviase algunos espías y personas de confianza con quienes pudiesen realizar la fuga. El desgraciado mensajero fué cogido al entrar en el mismo territorio de Orán, y conducido otra vez á Arjel fué empalado sin descubrir cosa alguna. Pero habiéndosele encontrado cartas de letra de CERVANTES, Azan llamó á este á su presencia, y mandó darle dos mil palos, sentencia que iba á ejecutarse inmediatamente. Pero alguna gracia como suya debió de decir CERVANTES en aquel conflicto, supuesto que el Rey, desarmada su cólera, revocó la órden del castigo, suerte que no tuvieron otros, á quienes en distintas ocasiones se imputaron iguales conatos.

Tantos peligros corridos y milagrosamente esquivados infundieron en el ánimo de CERVANTES mayor precaucion; pero no lograron extinguir aquella sed de libertad que de dia y noche le abrasaba. Vino á trabar amistad con un renegado natural de Osuna, llamado Giron, y entre los moros Abdaharramen, que deseaba volver al gremio de la Iglesia. Persuadióle á que adquiriese y armase una fragata bajo el pretexto de hacer el corso, y que en ella se huyese de Arjel llevando consigo una porcion de cautivos de lo mas florido. Para los fondos se acudió á un mercader valenciano establecido en aquella plaza, por nombre Onofre Exarque; y este con efecto aprontó mas de mil trescientas doblas, con las cuales y otros recursos se acudió á lo necesario.

Ya estaba todo dispuesto: sesenta cristianos debian romper sus grillos; pero aun entre ellos hubo un Júdas. Cierto Juan Blanco de Paz, que se titulaba doctor y habia sido religioso dominico, mal sacerdote y hombre perverso, revoltoso y malquisto de todos, supo el proyecto, y cometió la villanía de ir á delatarlo al rey Azan, de quien recibió por todo premio un escudo de oro y una jarra de manteca. El Rey, disimulando, para hacer su venganza mas estrepitosa,