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XX
Vida de Cervantes.

la sutil metafisica amorosa explicada como en una cátedra, ni la poca conformidad de las condiciones con las costumbres de los personajes, que desvanece toda la ilusion de la verosimilitud.

Por esto convienen casi todos los críticos en que La Galatea ocupa el último lugar entre las obras de CERVANTES, en el órden de perfeccion literaria.

Otros poetas intentaron disfrazar la sociedad con el traje de los pastores. CERVANTES quiso ademas retratar de intento á determinados personajes. Bajo los nombres del ya difunto Meliso quiso celebrar á D. Diego Hurtado de Mendoza; bajo el de Tirsi, Damon, Siralvo, Lauso, Larsileo y Artidoro, puso en escena á sus amigos Francisco de Figueroa, Pedro Lainez, Luis Galvez de Montalvo, Luis Barahona de Soto, D. Alonso de Ercilla, y micer Andres Rey de Artieda; y si el tiempo no hubiera consumido las memorias que se hallaban frescas entonces, aun descifrariamos otras semblanzas, é interpretariamos otras alusiones. Es opinion generalmente recibida que en esta fábula los nombres de sus dos principales actores, el enamorado Elicio y la discreta Galatea, encierran los de MIGUEL DE CERVANTES y de D. Catalina de Palacios, á quien á la sazon estaba el primero obsequiando con honestos fines.

En efecto, consta que en 12 de diciembre del mismo año 1584 contrajo CERVANTES matrimonio con D. Catalina de Palacios Salazar y Vozmediano, hija de Hernando de Salazar y Vozmediano, y de Catalina de Palacios, ambos de las mas ilustres casas de Esquivias. Se echa de ver que habia estrechas relaciones entre las familias de los desposados, por cuanto el padre de CERVANTES habia nombrado por albacea en su testamento á la D." Catalina, viuda ya, y madre de la que vino á ser despues su nuera. El domicilio conyugal se estableció en la misma villa de Esquivias, al parecer muy modestamente, pues ni la dote de la mujer ni los recursos del marido á otra cosa daban lugar. Era preciso aguzar el ingenio para atender á las nuevas cargas, y tanto la falta de ocupacion como la proximidad de aquel punto á la corte de Madrid, daban á CERVANTES frecuentes ocasiones para ir á activar sus pretensiones y cultivar sus amistades.

Túvolas muy estrechas con los mas afamados ingenios de aquel tiempo, cuya benevolencia se habia ya granjeado por los elogios, á la verdad exagerados en su mayor parte, que acababa de prodigarles en el Canto de Caliope, inserto en el libro sexto de su Galatea. Concurriria probablemente á las academias particulares, donde sus amigos se juntaban á departir las cuestiones literarias del dia y á comunicarse el fruto de sus trabajos; y así fué que á varios autores que publicaron por entonces sus obras, dedicó algunos sonetos y composiciones laudatorias para poner al frente de aquellas, urbana costumbre y tributo recíproco, que él mismo recibió y pagó, pero que con sumo donaire supo despues ridiculizar en el prólogo de la primera parte del Don Quijote.

Pero esto no daba medios de subsistir, y aunque generalmente la industria de escribir era entonces aun mas estéril que en nuestros dias, habia ciertos ramos que daban algun mezquino producto, y uno de ellos era el teatro. La escena española estaba entonces aun en mantillas. Ni el artificio de Bartolomé de Torres Naharro, y sus secuaces Cristóbal de Castillejo y Juan de Malara, ni la cómica sencillez del insigne Lope de Rueda y su apasionado Juan de Timoneda, ni los esfuerzos de Fernan Perez de Oliva, Pedro Simon Abril y Fr. Jerónimo Bermudez, para inocular en sus contemporáneos el gusto á las formas clásicas, habian logrado formar un teatro verdaderamente nacional. Las reliquias de aquellos tiempos, preciosísimas para la historia del arte, como que señalan las huellas que dejó el ingenio español en su gloriosa carrera, no podian servir de guia segura. No podemos detenernos mas en el exámen de este punto, que fuera aquí digresion impertinente, y que en otra parte será, Dios mediante, oportuno objeto de investigacion: baste decir que Juan de la Cueva en Sevilla y Cristóbal de Virués en Valencia, tomaban un rumbo nuevo y allanaban el camino al gran Lope de Vega, corrompiendo en su nismo origen la obra que preparaban. El pueblo entusiasmado por la brillante novedad corria en tropel á los corrales de comedias, y CERVANTES, que escribia para