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XXI
Vida de Cervantes.

la subsistencia y para la gloria, se vió en el caso de contentar al pueblo que pagaba y que aplaudia.

Veinte ó treinta comedias, segun él mismo nos dijo despues, compuso en aquellos años; y por la notable incertidumbre con que se expresa sobre su número puede presumirse que en poco las estimaria. Sin embargo, ellas fuéron bien recibidas por representantes y espectadores, y sin ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza corrieron su carrera libres de silbos, gritas y baraundas. De la mayor parte de estas primeras comedias ignoramos hasta los titulos: conocemos los de La gran turquesca, La batalla naval, La Jerusalen, La Amaranta ó La del Mayo, El bosque amoroso, La única y bizarra Arsinda, que todas se han perdido, así como La confusa, que él tenia por la mejor, habiendo llegado únicamente á nosotros El trato de Arjel y La Numancia. No analizarémos estas producciones por la relacion que tienen con la vida de nuestro escritor, dirémos únicamente que en ellas erró segunda vez su vocacion.

Ocupaciones de otro género sobrevinieron á CERVANTES, que desapareció de la escena literaria por el espacio de cerca de veinte años. Pasemos rápidamente y como sobre ascuas por este período desagradable. Obligado por la negra necesidad aceptó el encargo de temporal comisario ó factor de provisiones para la armada; se trasladó con este motivo á Sevilla en 1588, prestó alli sus fianzas, desempeñó este cometido hasta 1592, y rindió sus cuentas. En el interin no descuidaba sus pretensiones, como que en 1590 solicitaba de S. M. un oficio de los que se hallaban vacantes en Indias, señalando particularmente la contaduría del nuevo reino de Granada, la de las galeras de Cartagena, el gobierno de Soconusco en Goatemala, ó el corregimiento de la ciudad de la Paz, pues con cualquiera de estos destinos se daba por satisfecho, apelando, como dijo él mismo, al remedio á que se acogian otros muchos perdidos en Sevilla, que era el pasarse á las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España. El Rey se sirvió decretar que no habia lugar, y que buscase por acá en qué se le hiciese merced.

Dando á esta promesa mas valor del que en sí tenia, volvió CERVANTES á Madrid en 1594, y todo lo que pudo conseguir fué otra comision del consejo de Contaduría mayor para la cobranza de ciertas cantidades, que procedentes de tercias y alcabalas reales debian varios pueblos del reino de Granada, que recorrió en efecto, realizando estos créditos con suma eficacia, aunque no sin dificultades. En 1595 tuvo que pasar á Sevilla con motivo de haber vuelto protestada una letra sobre Madrid de siete mil cuatrocientos reales, que habia remitido al tesorero general, y de cuyo importe se le hacia responsable; la quiebra del librador le puso en grandes apuros, de que salió sin mas perjuicios que el desagrado. En 1597, segun las cuentas formadas por las oficinas, resultaba contra CERVANTES un descubierto de dos mil seiscientos cuarenta y un reales, y por real provision se dió órden á un juez de Sevilla para que le prendiese y a su costa le enviase preso á la corte, á disposicion del tribunal de Contaduría mayor. Verificose la prision, el encarcelado representó, y por buena composicion se le puso en libertad, bajo fianza de presentarse dentro de treinta dias en Madrid á rendir la cuenta y pagar el alcance.

Corazon muy duro es preciso que tenga quien no se sienta penetrado de lástima al ver á CERVANTES condenado á ocupaciones tan ajenas de su carácter, ininuciosas, pesadas, capaces de yermar la imaginacion mas fecunda y de abatir los mas altos pensamientos. Lejos de su casa, sin fija residencia, sin los consuelos de su familia, atenido á una misera retribucion, luchando con la miseria de los contribuyentes, con las reclamaciones de las justicias y con las marrullerias de los arrendadores, sujeto á las caprichosas fórmulas oficinescas y á las estafas de los mercaderes de mala fe, mal agradecido por aquellos á quienes servia con el mayor esfuerzo que puede hacer el hombre, cual es el sacrificio de las propias inclinaciones, expuesto continuamente á ser encausado y perseguido por partidas dudosas, cuya tenuidad nos da vergüenza, CERVANTES debió sufrir extremadamente en esta época de su vida. ¡Oh! bien seguros estamos de que en medio de tanto fastidio y tanta humillacion, su ánimo altivo echaba de mé-