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XXVII
Vida de Cervantes.

ni la distancia menguaria en un punto la proteccion del Conde, que tanta merced les hacia. Parece que con el tiempo anduvieron á la verdad sobrado tibios ó desmemoriados, ó mas bien menos diligentes de lo que conviniera á las apremiadoras necesidades de su amigo, pues al paso que este exhaló algunas reconvenciones en su Viaje al Parnaso, bien se descubre el fondo del tierno cariño por entre las rendijas del descontento; y es constante ademas que el buen Conde continuó favoreciendo á CERVANTES, Y CERVANTES dándole pruebas continuas de gratitud hasta el mismo trance de la muertey La primera fué dedicarle sus Novelas ejemplares, que segun hemos dicho habia ido componiendo en los intervalos que le dejaban libres sus fastidiosas ocupaciones por negocios ajenos.

Antes de atreverse á esta publicacion habia tratado de echar la sonda en el gusto del público, injiriendo en la primera parte del Don Quijote la novela del Curioso impertinente, y anunciando que aun quedaban otras en el cartapacio. La treta produjo su efecto, pues se le toleró fácilmente la caprichosa inoportunidad, en gracia del mérito de una composicion, que en la opinion de los inteligentes, y aun en la pobre nuestra, es la mejor de las novelas de CERVANTES, al paso que estas son sus obras mas perfectas despues del Don Quijote. Desglosándola de este, la imprimió en Paris en 1608 César Oudin, para el uso de sus discípulos, como modelo de lengua castellana; lo cual debió alentar á su autor para dar á la prensa las demas de su género, como lo verificó en 1613, con licencia obtenida el año anterior.

No se halla en el mismo caso la relacion del capitan cautivo Ruiz Perez de Viedma. CERVÁNTES la consideró como parte integrante, aunque descosida, del Don Quijote, ó por lo menos no la habia compuesto por separado: es de notar que en todas sus novelas el autor es quien refiere los sucesos ajenos, cuando el Cautivo cuenta sus aventuras. El objeto que se propuso CERVANTES en este episodio es evidente en la mayor parte de sus obras, bajo uno ú otro pretexto, introduce siempre una descripcion de los trabajos del cautiverio en Arjel, recuerdo de los que él mismo sufrió en los mejores años de su vida, y protesta contra los que tan mal se los recompensaron.

Doce fueron las novelas que publicó CERVANTES: La Jitanilla, La Fuerza de la sangre, Rinconcte y Cortadillo, La Española inglesa, El Amante liberal, El licenciado Vidriera, El Celoso extremeño, Las dos Doncellas, La ilustre Fregona, La Señora Cornelia, El Casamiento engañoso y el Coloquio de los perros, todas de grande ingenio aunque de distintos quilates en cuanto a su mérito respectivo. Aunque no entrarémos en un minucioso exámen y cotejo sobre el valor que á cada una corresponde, ni sobre las circunstancias que pudieron ofrecer materia para su composicion, dirémos en general que las dotes de buen narrador sobresalen, á nuestro modo de ver, en las de asuntos festivos y picarescos mas que en las de acciones serias y graves. CERVANTES sentia bien, no hay duda; pero al expresar los sentimientos se echaba unas veces á sutilizar y otras veces á disertar. Conmueve cuando se propone conmover, pero raras veces arranca una lágrima. Dejadle trazar caractéres ridiculos, describir costumbres extravagantes, contar travesuras, dialogar chistes y socarronerías, y veréis cómo todo se anima, todo adquiere movimiento y viveza; en vano querréis contener la risa, él la hará estallar. Este era su elemento, esta el arma privativa de su poder intelectual.

Jactose CERVANTES en su prólogo de haber sido el primero que habia novclado en lengua castellana; segun lo cual, la palabra novela tendria entonces una significacion ménos lata que la aplicada en nuestros tiempos a este genero de composicion. Novelas se llamarian ahora los libros de caballerías, novelas la numerosa serie de poemas pastoriles que tenian inundado el campo de la literatura, novelas las obras semejantes á la Celestina, que aunque bajo formas dramáticas no estaban destinadas a representarse; novelas El Lazarillo de Tormes, de D. Diego Hurtado de Mendoza; El Picaro Guzman de Alfarache, de Mateo Aleman; los varios cuentos incluidos en El Patrañuelo, de Juan de Timoneda; La Picara Justina, del P. Fr. Andres Perez; y retroce-