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VII
de la poesía castellana del siglo xviii

romana; y presentaban esta corrupcion como una dolencia crónica, inherente al suelo y al clima de España, que habia inficionado á Italia en la época de su dominacion. Voluminosos libros se escribieron con tan estéril y enfadoso designio. Réplicas igualmente briosas y eruditas se escribieron asimismo, mereciendo la palma entre ellas las del abate Andres y del jesuita catalan don Francisco Javier Lampillas. Pero ni las acriminaciones intempestivas, ni las doctas investigaciones, alcanzaron á iluminar con luz clara y cabal el objeto de la reñida controversia.

Los italianos se empeñaban sin tino en atribuir meramente á tendencias nacionales lo que sólo podia y debia explicarse por las leyes fatales de las decadencias literarias. Por aquellos mismos tiempos en que tan preponderante se hallaba en España la perversa manía del gongorismo, la Inglaterra, cuyas influencias de raza, de clima y de costumbres difieren tan esencialmente de las influencias análogas de España, se hallaba inundada por el torrente del eufuismo, gerigonza simbólica, compuesta de metáforas y conceptos, que podia disputar á los conceptistas italianos y españoles la palma de la extravagancia. Escasos hubieron de ser á la sazon el roce y la comunicacion recíproca de las literaturas inglesa y castellana, y sin embargo, llama la atencion la semejanza de los extravíos en que ambas cayeron, caminando, al parecer, por distinto rumbo. El famoso John Lilly fué en Inglaterra el legislador del estilo metafísico y figurado, como lo fué Gracian en España, como lo fué en Italia el Conde Manuel Thesauro en su Anteojo Aristotélico. El pedantesco libro de Lilly Euphues and his England (1), si bien con forma diferente, es digno compañero de Agudeza y Arte de ingenio y otros códigos del estilo culto.

A causas generales, que se ven patentes en ciertos períodos de la historia literaria de todas las naciones, y no á influencias determinadas y locales, hay que atribuir los grandes vicios que, en tiempos infelices, alteran y depravan las letras.

Entre los desvaríos tenebrosos de Licofron, el Góngora de la córte de los Tolomeos; las afectadas metáforas de los poetas de Bizancio, que cultivaban los acrósticos, y otros juegos de forma que habrian figurado dignamente en la Poética de Rengifo; el lenguaje alambicado de Marcial, las declamaciones de Juvenal, el aparato ostentoso de imágenes y de relumbrantes palabras de Lucano (2); el eufuismo de Inglatera, el conceptismo de Ledesma, el culteranismo de Góngora, las primorosas y cortesanas sutilezas del caballero Marini, la afectacion de la pléyade francesa del tiempo de Luis XIII; y por último, el bel—esprit de las précieuses del Hôtel de Rambouillet y de la refinada córte de Sceaux, hay afinidades incontestables, lazos visibles, que los hermanan y confunden. Son consecuencias, más ó ménos semejantes, de una de dos causas: ó una civilizacion literaria en embrion, ó una cultura intelectual degenerada. La hinchazon y el simbolismo á la usanza oriental asoman en las letras griegas cuando pierden éstas su espontaneidad y su fuerza. Del mismo modo la literatura enfática é hiperbólica de los árabes deja en las naciones occidentales un rastro tradicional tan hondo y tan tenaz, que no sólo reina en largos é importantes períodos del renacimiento y de la era moderna, sino que, cuando parece borrado irrevocablemente por el gusto y el buen sentido, renace de improviso en la lira de Víctor Hugo y de otros poetas de imaginacion exuberante.

Cárlos II, juguete de ambiciosos cortesanos, caminando en todo sin norte y sin constancia, indeciso, obcecado, moribundo, fué lamentable emblema de su propio reinado. En esta época de transicion y de marasmo no hay que buscar poesía que merezca tal nombre. El pensamiento no vuela á los espacios sublimes del idealismo; no entiende ni analiza los impulsos generales de la humanidad, ni los privativos de la patria; no se concentra en la emocion individual, de donde brotan el placer, el éxtasis, el llanto; no sabe siquiera describir con sinceridad, pintar la naturaleza con los colores vigorosos que reflejan la admiracion y el entusias(1) Walter—Scott da clara idea de las extravagancias del eufuismo en su novela El Monasterio.

(2) Ces contorsions littéraires qu'on appelait la poésie de l'époque. (D. Nisard, Les poétes latins de la décadence.)