pacio de tres dimensiones; concepto que, según decía, no irá acompañado de una imagen que aclare sus ideas.
Es interesante notar que este mismo dilema se habría ofrecido a los geógrafos que en otra época suponían la Tierra plana, si hubiesen llegado a realizar mediciones bastante precisas en figuras de extensión suficiente trazadas en la superficie del planeta. Pero su posición frente al problema habría sido opuesta a la que lógicamente adoptaría el homoide. Porque nosotros percibimos las tres dimensiones del espacio, y además la geometría de la esfera estaba ya construida en su parte más interesante en aquella época, de modo que los geógrafos aludidos habrian caído en la cuenta de su error al atribuir forma plana a la Tierra. Por otra parte, la posibilidad de una Geometría no euclidiana escapaba totalmente a su ciencia.
En cambio, suponemos al homoide con pleno dominio de los principios tilosóficos de la nuestra, de suerte que las únicas limitaciones en su capacidad de conocer proceden de la imposibilidad de representarse la tercera dimensión. En tales condiciones es probable que buscase la Geometría más adecuada para la coordinación de sus experimentos.
No creo necesario insistir mucho para llevar al ánimo del lector el convencimiento de que nuestro homoide tropezaría con dificultades similares a las señala-