de nuevo a colación, de modo inevitable, la idea de espacio vacío.
En efecto: partamos de la supuesta distribución sensiblemente uniforme de la materia, y tracemos una serie de esferas de radio creciente alrededor de un punto cualquiera. Según la referida ley de Newton, la atracción ejercida por toda la materia interior a una de estas esferas es la misma que si toda ella se concentrara en el centro, de modo que para un punto situado en la superficie la atracción crecería
como el cubo del radio, en razón de la masa = rsp,
dentro de ella contenida, y disminuiría como el cuadrado de la misma magnitud en virtud de la propia ley de Newton, 7 = En definitiva, habría un aumento de fuerza proporcional a r, que - sería la causa de la condensación de que antes hablaba.
Esta dificultad no escapó a la perspicacia de los hombres de ciencia anteriores a Einstein, sino que para eliminarla dije ya (8 41) que Neumann y Seelizer introdujeron en la ley de la atracción universal términos exponenciales, que suponen una absorción de la energía gravitatoria. Dicho se está que la dificultad física desaparece así; pero es evidente el escaso valor de tal hipótesis, especialmente inventada, sobre todo cuando se la compara con la elimi a FUNDACIÓN fi] JUANELO 2) TURRIANO
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