do en las manos una corona para depositarla en la tumba del esposo.
A tal antecedente, como lo dejo dicho, se debe la adquisición de la estatua, igual en mérito al Angel de Monteverde, una de las joyas del magnifico necropolis de Génova.
La dolorosa, además, como todas las grandes obras del arte, no tuvo precio; fué un obsequio a la amistad; y el Sr. Deinarehi solo costeé el block de marmol de Carrara en que Tantardini esculpio la indole de su genio al concebir la formula mas sencilla y simpatica, como es la de una esposa llevando coronas para perpetuar la tierna memoria del que le consagro su existencia.
En vez de intentar su descripción que seria palida ante la que apareció no ha mucho tiempo en un bellisimo articulo debido al notable escritor y literato, don Federico de la Barra, sobre la dolorosa de Tantardini, voy a reproducirlo aqui; pues en su género es igualmente notable pieza.
Dice asi:
"Aqui esté. la estatua del dolor".
"Es una mujer joven, alta y esbelta, absorbida por el pesar profundo.
"Ni desesperación, ni intemperancia, ni estertores crueles del alma. Ni la ficción de la tragedia pagana ni la verdad desolante del drama de Jerusalem.
"El sentimiento fiene aqui una forma muda, pero elocuente, inmóvil, pero penetrante.
"Deteniéndose a contemplarla, subyuga.
"Parece que su mirada de piedra transparentase rayos de vida: de vida melancolica y suave.
"Tiene inclinada hacia adelante su cabeza, como ocultando su hermosura suprema bajo los festones de su velo blanco.
"Ese velo es un primor de encajes.