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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

Para halagar a los concurrentes ingleses o inglesados, que muchos había, bailábase la pieza Inglesa que infaliblemente se pedía la bailara uno de ellos, o uno de los criollos Pedro Castellote, Pepe Bedriñana, o Emilio Alvear y que lo hacían con más gracia y mas soltura, pero con menos seriedad.

Mas tarde, allá por el año 44 se bailaba también un cielito criollo, a pedido (en lo de Senillosa) del general don Prudencio Rozas, insigne bailarín, muy inclinado a la galantería. Este baile gaucho, monótono en demasía, y poco aristocrático, era rechazado por la mayor parte de la concurrencia; pero la excelente señora, misia Pastora, que daba la nota alegre a aquellas reuniones, rogaba encarecidamente a las niñas lo bailaran, para complacer al rubio general. Tanto por ésto como por el taba-pié y relaciones que se le agregaba, llegó a establecerse con gran complacencia del hermano del Restaurador y de los Federales.

La estrofa siguiente da una breve idea del estilo de la relación:

"Tanto es lo que te quiero,
"Y lo que te quiero es tanto,
"Que ángeles y querubines
"Dicen, Santo, Santo, ¡santo!"

¡Y al recitar este último renglón, el caballero se arrodillaba ante su dama!

¡Y qué me digan, (más alto), que me prueben que esto no es lindo!!...

Era de desgañitarse al oir la relación de D. Prudencio, cuando le tocaba el turno, o la de D. Baldomero García; y sobre éstas, las del célebre Perico Hernández, el criollo más salado, a estilo de Albarellos, que amenizó a su vuelta de la emigración con estas relaciones, algunas tertulias, lan-