Campados en la falda de esa mole majestuosa de la Sierra de la Ventana, si la salida del sol de la mañana puede parecer deslumbradora, como es imponente a los viajeros que la contemplan desde el Jardin Botanico de Rio de Janeiro, las puestas de este mismo luminar son doblemente interesantes aqui. Un grupo de nubes que se levantan, cuyos bordes matizan en su caida los reflejos con resplandores de fuego, porque la luz les viene de la otra cara y su refracción se parece a un gran incendio en el horizonte lejano, forma en los extremos de la nube picos de topacio y de esmeralda reluciente, hasta que la noche las disipa con su manto de oscuridad, para aparecer de muevo y en otras formas caprichosas con la luz del mismo sol en el nuevo dia a manera de auroras boreales desconocidas en este hemisferio.
Esto es lo que mañana y tarde se ve por alli en aquellas soledades de la majestuosa pampa argentina. Nosotros cabalgabamos (deciamos mas arriba) en nuestros caballos al despuntar de la aurora, y andabamos todo el dia —EN EL RODEO -¡así todo el dia! Trabajo terrible en que hay, no solo que emplear la resistencia, la fuerza y la astucia, sino lo que es mas aún, evitar el peligro con el animal vacuno a quien las mas veces hay que contener a pechadas, para obligarle a entrar al corral.
¿Qué tal haria este servicio un gaucho, en un caballo inglés de los de sangre pura, y fina ¡eh! ... ¿Y qué diremos de los mensajitos verbales mandados a treinta leguas de distancia? Vean, mis amables lectoras, la muestra de aquéllos.
"Oiga, don Pedro: ensille el ruano, y vayase a la pulperia de la Buena Moza, y cómpreme unos cigarros; ¡ah! y digale que si vé pasar la tropilla de azulejos, que me parece que unos gauchos alza-