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Con esto queria demostrar á la patrona que no era necesario beberlas ni volcar las copas con disimulo, porqué su propósito era gastar dinero.

Así es que la patrona estaba maravillada con el nuevo cliente que se proponia explotar á su satisfaccion.

Si aquello lo hacia á las primeras de cambio, ¡qué sería despues cuando su entusiasmo hubiera aumentado!

—Alégrate no mas, pensaba Lanza, adivinando lo que pasaba en el espíritu explotador de la patrona.

Alégrate no mas, que puede ser muy bien que el champagne te cueste mucho mas caro de lo que parece!

Media hora despues de estar allí y sin que se hubieran aún tomado las segundas botellas, Lanza sacó su rico reloj, miró la hora y declaró que se retiraba á atender los que es hacer de su escritorio, que la belleza de la jóven le habia hecho olvidar.

Pagó rumbosamente el gasto sin mirar siquiera el vuelto, y se despidió hasta muy pronto.

La patrona le hizo mil agasajos y cuando salió se apresuró á tapar las botellas llenas, miéntras la jóven salia á la puerta y miraba al jóven con cierta expresion de pesar.

Lanza con sus modales correctos y la forma con que la habia tratado, habia hecho en su espíritu una impresion profunda y cariñosa.

Aquello era natural.

Habituada al lenguaje brusco y los malos tratos de los calaveras que al casino concurrian, la suavídad con que Lanza la habia tratado, tenia que hacerle una grata impresion por la diferencia establecida.

Además, el aspecto de aquel jóven era tan dulce, su trato tan cariñoso, que á la jóven aquello le parecia un sueño.

Lanza, que iba dando vuelta el semblante, encantado ante la marcada distincion que importaba la salida de la jóven á la puerta, al doblar la esquina le hizo un expresivo ademan de cariño en señal de despedida, que ella no se atrevió á devolver por la gente que pasaba, y apuró el paso en direccion al escritorio de donde por primera vez faltaba una hora á las de trabajo.

Llevaba la cabeza llena de la bella conquista que indudablemente acababa de hacer.

Porqué él no dudaba que la bella jóven se habia enamorado de él al extremo de seguirlo hasta la puerta.

—Famosa conquista, se decia Lanza miéntras marchaba al escritorio, ¡famosa y espléndida conquista! si yo llego á enamorar á esa mujer y á traérmela conmigo, puedo decir que tengo la mujer mas linda de Buenos Aires.

Y no me ha de suceder con esta como con la otra, porqué he de tomar mis medidas y porqué mi situacion, gracias á Dios, ha cambiado.

Ahora tengo dinero y estoy en vísperas de tener mas.

Lanza estuvo en el escritorio hasta la hora de comer, porqué no queria retirarse sin dejar, como siempre, sus libros en perfecto órden.