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HISTORIADORES DE CHILE.

y otra frezada, sin la que me habia enviado Maulican mi amo. El buen viejo Llancareu estaba ya mui cerca de la edad de los niños, pues se burlaba y entretenia con ellos a ratos, y a mí me miraba como a tal, porque entónces lo era sin pelo de barba, mostrándome grande amor y voluntad, por lo cual me dijo que habia de dormir con sus nietos y con él porque no tuviese frio, que le hacia con extremo: el uno de los muchachos seria de doce a trece años y el menor de diez a once; y despues de haber conversado un rato con sus hijos y con los compañeros, me llevó el viejo a la cama, adonde él y los nietos y yo nos acostamos, quedando el viejo en medio de nosotros todos con calzones, que así duermen los mas, aunque yo quedé con calzones, coleto y jubon, que no hice mas de quitarme de encima dos camisetas grandes que traia para el abrigo, con que echamos todas las mantas y camisetas encima de las frezadas para repararnos del frio y de las heladas, que en aquel valle eran contínuas; que como entónces era la fuerza del invierno, junio y julio, padecí algunas penalidades orijinadas de la nieve y hielos que de ordinario nos cercaban y combatian; y por ser jente pobre y desdichada la que asistia en aquel distrito, y ser fronterizos y soldados perseguidos de los nuestros con malocas, entradas y corredurías, no tenian que comer, sino era una poca de cebada con que hacian mote, y algunas papas, que a los camellones antiguos las iban a buscar de las que de rebusco habian quedado en ellos. Acostámonos en la cama ancha y esparcida los cuatro referidos, y despues de haberme quitado las mantas y echádolas encima, me santigüé despacio para encomendarme a Dios, a cuya accion estuvieron todos mui atentos y el viejo me preguntó, que para qué hacia aquellas señales con la mano y en el rostro; a que le respondí, que era antigua costumbre de los cristianos porque el demonio de noche no nos inquietase, y que con aquellas señales de cruz que hacíamos, le ahuyentábamos de nosotros.—Pues enseñad tambien a mis nietos (dijo el viejo) a hacer esas señales, que me parece mui bien lo que decis.—De mui entera voluntad los enseñaré (respondí al buen viejo), y tambien a rezar para que invoquen el nombre de Dios y le conozcan. El nietecito mayor, como estaba a mí arrimado, me preguntó lo que era Dios; a que le respondí en breves razones, que era el Señor de cielos y tierra, el Criador de todas las cosas, por quien los vivientes teníamos vida y espíritu para rastrear con él lo que le debíamos, el que hacia que los campos se matizasen de flores, que los árboles brotasen y de verdes hojas se vistiesen, las plantas produjiesen frutos, los cielos estuviesen en un contínuo movimiento, el sol con sus lucientes rayos iluminase la tierra y aclarase el dia, la luna y las estrellas que a la noche presidiesen, que a tiempos lloviese para la fertilidad de los campos; y finalmente es Dios (les dije) como San Gregorio difine, que si se dice no se puede decir lo que es, si se estima o se aprecia no se puede apreciar de ningun modo, cuando se difine la mesma difinicion se aumenta y crece es a quien todas las cosas ignoran y temiéndole le conocen;