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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

en que se halla, es deleitable y gustosa: el llanto y los suspiros son obras convenientes al doliente y aflijido, con que se hacen deleitables; síguese que por el llanto y los jemidos se mitigue la tristeza y el dolor se aplaque; y San Agustin en el libro de sus Confesiones dice, que cuando se hallaba aflijido y desconsolado, no hallaba consuelo ni descanso en otra cosa, sino era en las lágrimas y suspiros. De la misma suerte, la contemplacion de la verdad, que es Dios, causa grande consuelo y alegría y tiempla el dolor y la tristeza; luego, con la contemplacion divina se mitigan los pesares y minoran las aflicciones: así lo resuelve el mismo anjélico doctor. Bien experimenté esta verdad en mis oraciones, tripuladas con llantos y suspiros, que salidos del alma que la oprimian, la dejaron libre de su ahogo y sin la triste afliccion que la tenia presa, reduciéndome a tolerar mis trabajos y penalidades con sufrimiento y paciencia, que con ella se alcanza lo mas que se desea, como nos lo enseña el apóstol Santiago en sus católicas cartas; y el doctor de las jentes la tiene por necesaria y conveniente para que, conformándonos con la voluntad del Señor, consigamos su promesa. Con esta doctrina y enseñanza volví a salir del bosque consolado y con la voluntad de Dios conforme y reducido, y entre los discursos y consideraciones que a la memoria se me venian, era la mas contínua y no desechable la transformacion en que me veia, dándome vueltas y mirándome por una y otra parte vestido como uno de los mas desdichados indios, descalzo de pié y pierna, representándoseme la poca estabilidad de las cosas humanas, que no tienen fundamento ni firmeza alguna, como lo notó San Gregorio diciendo, que se debe fiar mas en los vientos varios y veloces y en las letras escritas en el agua, que en la prosperidad y fausto de este mundo, porque las cosas humanas hoi florecen y mañana se marchitan: de manera que las fijas o no estables nunca tienen firmeza ni conocido asiento en nosotros. Caminando para el rio de esta suerte, sin mucha dificultad ni cuidado, a la mudanza de mi traje fuí repitiendo los siguientes versos, con que darémos fin a este capítulo. 201 SONETO. ¿Soi el dichoso yo, soi por ventura quien debajo del pié tener solia lo mas sublime que corona el dia, teniendo en poco la mayor altura? ¿Soi a quien jamas vió la desventura, por ver que con el cielo competia mi loco pensamiento y que a porfía encumbrarse soñaba sin mesura? Yo soi; mas ya no soi, que el tiempo mueve lo que firme parece al pensamiento, pues vemos que al mas alto se le atreve. Ninguno en su vital estribe aliento, ni piense que la gloria se le debe hasta que tenga el fin feliz asiento.