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HISTORIADORES DE CHILE.

CAPITULO VI. En que se prosigue la misma materia. En la cual tambien se trata de como ántes de llegar al rio, encontré con mis compañeros los nietos del viejo Llancareu, que con grande ahinco me pidieron los enseñase a rezar, y el gusto que recebí y la doctrina que les hice. De la suerte referida me fuí encaminando para el rio, y en el camino encontré con los dos nietecitos del viejo Llancareu, mis compañeros y amigos, que en mis alcances andaban, quienes me preguntaron cuidadosos de adonde venia, porque habia buen rato que me habia desparecido de ellos, y en mi demanda habian corrido las riberas del rio, con deseo de hallarme para que les enseñase a rezar las oraciones que les prometí la pasada noche, y que venian a ejecutarme la palabra. Grande regocijo tuve, reconocida la voluntad y aficion que mostraban los chicuelos a las cosas de nuestra sancta fee católica, pues sin haberles hablado mas palabra que las pasadas al acostarnos en la cama, tuvieron en la memoria lo que de la grandeza de Dios les signifiqué de paso, pues me repitieron algunos puntos y razones, que entre ellos fueron decirles que Dios, nuestro Señor, era el criador de todas las cosas, el movedor de los cielos y de los astros, y que con las señales de cruz que me vieron hacer, se ahuyentaba el demonio; que querian saber cómo era este Dios y de la suerte que obraba tan grandes maravillas. Yo confieso que con sus preguntas me pusieron en algun cuidado,. considerando cómo habia de satisfacer sus deseos cuando eran tan bien encaminados a saber lo que ignoraban. Vamos caminando ahora ácia el rio (les dije), y nos asentarémos en sus orillas, y despacio conversarémos en razon de lo que deseais y con afecto pedis. A que respondió el mayorcito: vamos, pues, capitan, el valle arriba, y traerémos de camino unos nabos que mi madre me encargó llevásemos, y allí nos bañarémos mui despacio. Paréceme mui bien lo que habeis dicho (le respondí gustoso); encamináduos luego para donde quisiereis, que todavía es temprano y nos podrémos dilatar un rato en el paseo; y lo deseaba por ir pensando lo que habia de responder a sus dificultades. Fuimos arriba de la vega como dijo, adonde cojimos cada uno de nosotros un atado o manojo de nabos para llevar a casa, y despues de haberlos lavado en aquel cristalino rio, y bañádose despacio los muchachos, nos asentamos en sus apacibles y frescas orillas, adonde me hallé con discursos y pensamientos varios para ver de dar principio a la doctrina y enseñanza de aquellos bien inclinados muchachos, por haber reconocido en ellos un natural excelente, vivo y perpicaz para el conocimiento de nuestro Dios y Señor; y como esta ciencia es mas especulativa que práctica, porque trata principalmente y se encamina a la demostracion ántes de las cosas divinas, que de los actos humanos (segun el glorioso doctor Santo Tomas), me pareció investigar fácil modo y ajustado a la corta capacidad de los muchachos, aunque en