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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

sus razones y dudas manifestaban mas fundamento y ser del que prometian sus años; porque aun los que tenemos luz clara de los divinos rayos, necesitamos para tener alguna de la grandeza de Dios, del divino espíritu, como lo enseñó el apóstol San Pablo. Las cosas de Dios (dice) no se pueden comprender, sino es con el espíritu de Dios, y quien no le tiene, mal podrá divisar sus resplandores. Y aunque consideraba no eran capaces de tanto misterio, por darles gusto en lo que me pedian, dí principio a enseñarles a santiguarse, y con un cuchillo que llevaba, una cruz moderada les hice lo mas cuidadosamente que pude, dándoles a entender que de aquella insignia y señal de cruz, o de otra cualquiera semejante, huia el demonio, adversario comun de nuestras almas, por haber muerto en ella el supremo Señor Dios de lo criado, por nuestras culpas y pecados y por libertarnos de la esclavitud de este maligno espíritu; y para dárselo a entender mejor les dije, que si sabian lo que era pecado, que entre ellos llaman huerilcan. Respondiéronme que sí, que damentun era pecado, que es quitar la mujer a otro, siendo propia, y que hurtar tambien lo era, y matar a otro: estos son los ordinarios entre ellos, porque el privarse del juicio, ni emularse, ni cohabitar con las mujeres del trato y solteras, no lo reputan por tal; solo tienen por vil y vituperable el pecado nefando, con esta diferencia, que el que usa el oficio de varon no es baldonado por él, como el que se sujeta al de la mujer, y a estos los llaman hueies, que en nuestro vulgar lenguaje quiere decir nefandos y mas propiamente putos, que es la verdadera explicacion del nombre hueies. Y estos tales no traen calzones, sino es una mantichuela por delante que llaman punus; acomódanse a ser machis o curanderos porque tienen pacto con el demonio. Ajustado ya con ellos lo que era pecado, les signifiqué el aborrecimiento que Dios, nuestro Señor, tenia a los malos y pecadores porque era suma bondad y perfeccion, y principalmente los que no eran cristianos estaban separados de su gracia y de su gremio, y que aunque nos habia criado a su imájen y semejanza, con nuestros delitos y maldades borrábamos la perfeccion con que fuimos criados; para cuya intelijencia les puse un fácil ejemplo que de repente se me vino a la memoria, y fué que estando cerca de donde estábamos asentados un remanso del rio a modo de una poza sosegada y cristalina, me levanté diciéndoles: allegáos para acá y os significaré de la suerte que se mira Dios, nuestro Señor, y se asemeja a los justos puros y limpios; arrimãos a este remanso y mirad en él vuestros rostros, qué claros y qué propios se representan en este cristal bruñido: miráronse con cuidado y respondieron admirados: es verdad, capitan, teneis razon. Pues volved a miraros atentamente (les dije, habiendo primero alborotado el agua y con el cieno y barro que en su centro contenia, ensuciádola mui bien): miráronse otra vez en el propio espejo, y no se les representó como de ántes sus retratos. Preguntéles qué seria la causa de mostrarse tan escaso aquel remanso en dar lo que de ántes tan liberal les habia comunicado: eso claro está, me respondieron, porque habeis alborotado el agua y ensuciádola: decis mui bien