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HISTORIADORES DE CHILE.

CAPITULO X. En que se trata de la suerte que nos recojimos a los ranchos aquella noche, y como fué el gobernador Ancanamon a donde estábamos, y me llevó a su alojamiento y casa, y de la conversacion larga que tuvimos, y del agasajo que me hizo. Despues de haberse recojido los caciques a sus ranchos y ramadas, convidó uno de ellos a Maulican mi amo, a que fuese a su choza a gozar de el abrigo que ofrecia, que estaba como una cuadra del bullicio, que como era la fuerza del hibierno, apretaba con exceso el frio y el tiempo nos prometia mudanzas; aceptó el ofrecimiento con Llancareu su padre, y con ellos fuimos la familia solamente, porque nuestros compañeros y comarcanos quedaron en el baile entretenidos con el demas concurso, que seria de mas de cuatro mil almas. Entramos en la casa del cacique, que era mui cercano pariente de Ancanamon, y tenian los ranchos tan vecinos y tan unos, que no se diferenciaban mas que en las puertas. Y aunque el de nuestro huésped era moderado, nos acomodamos todos arrumbados unos sobre otros, porque como los mas se hallaban privados de sus sentidos, no hicieron mas que tenderse en aquellos rincones y quedarse dormidos. A este tiempo llegó el gobernador Ancanamon (que su casa estaba tan cercana, que lo que se hablaba en una se escuchaba en la otra fácilmente), hallándonos asentados al amor del fuego a mí y Llancareu el viejo padre de mi amo, bebiendo un cántaro de chicha que el dueño nos habia puesto delante para que nos fuésemos a dormir con los demas nuestros compañeros, que como llegaron mas cargados de la cabeza que el buen viejo, se quedaron dormidos en la parte adonde se asentaron; con que nos halló solos, y a mis dos compañeros y amigos nietos del viejo Llancareu, en cuya compañía y de otros del rancho estábamos dando fin al cántaro de chicha de manzanas, fuerte como vino. Asentóse Ancanamon a mi lado, y brindándole con un malgue de chicha, que es una vasija de madera de buen porte, o como la quieren hacer, con su asa de que coje mas ancha de arriba que de abajo, admitió mi bríndis con agrado, y despues de haber bebido, brindó a mi viejo Llancareu, que ya estaba tambien de buena manera, y díjole: déjame llevar a mi casa a este capitan, para que vaya a cenar conmigo. Vaya en hora buena, respondió el viejo, que solamente a tí pudiéramos fiar nuestro español. Levantóse Ancanamon y llevóme a su rancho, adonde tenia tres fogones por ser capaz y anchuroso: en el uno estaban bebiendo algunos caciques, mujeres y niños; en el otro, la familia de Ancanamon con muchas ollas de guisados diferentes, y asadores de carne, gallinas, perdices y corderos; en el otro solamente asistia una mestiza, hija de Ancanamon, y una de sus mujeres mocetonas, que debia de ser la mas estimada. A este fogon me llevó, y en una estera o tapete que ellos usan, nos asentamos al fuego, y mandó que nos trajesen de cenar. Al instante pasaron del otro fogon al nuestro los asadores y las ollas, y nos pusieron unos platos limpios por delante y el asador de perdices, del cual sacó