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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

mujeres y me dijo en secreto, que el embajador se habia revuelto con la mujer española que [sic] tuve buena voluntad, y en quien tenia una hija: no dejó de darme algun cuidado y aun pesadumbre, que con disimulacion no la di a entender a la que me vino con el aviso, ántes la dije que callase la boca y no fuese bachillera ni divulgase tal cosa, porque me enfadaria con ella grandemente, y que no se maravillase de que mirase con buenos ojos la española a los de su nacion y propia tierra, que lo propio haria ella si se viese entre los españoles y hallase ocasion de comunicar a los suyos; con que la despedí sin hacer demostracion de lo que tenia en el alma. Quedéme por aquel dia con esta sospecha y con alguna mala intencion de matar aquel español y vengar mi agravio, por no darle lugar a poner en ejecucion lo que no pensé en mi casa.—Es cierto, le dije, que el que comete un delito fácilmente emprende otro, como lo sintió el ilustrísimo Villarroel.—Volví en mí y entré conmigo encuenta, y consideré que si quitaba la vida a aquel español, habian de colejir no bien de mi accion, y aunque se enterasen de mi razon y de la causa (que era justa), no habian de juzgar los españoles ser así, porque ya nos tienen por sospechosos y traidores, y sin duda dijeran que por no admitir las treguas o paces que nos ofrecian, habíamos dado muerte al mensajero: disimulé como pude mi pesar y suspendí mi apasionada intencion, y juzgué que, llevado de mi agrado y cortesía, parara en aquello solamente su perversa inclinacion y su mala correspondencia, y hallé que fué peor mi disimulo, porque el que es de natural maligno y no de esclarecida sangre, es ingrato y desconocido. Teneis razon por cierto (le dije al cacique) que el que es noble y de prosapia ilustre, es cuanto a lo primero temeroso de Dios, atento en sus acciones y reconocido al bien que se le hace, como se experimentó en Joseph, que permitió ántes padecer en una cárcel calumniado de la mujer de su amo, que ofenderle, por estar obligado a sus favores y agasajos; y los que no tienen este conocimiento son dignos de vituperio y de admiracion. Así lo dijo el ilustrísimo Villarroel, sobre la ingratitud del pueblo israelítico que el Exodo insinúa, cuando pidieron dioses que los gobernase: pueblo desconocido (dice), pueblo ingrato y mal atento, ¿quién os sacó del cautiverio de Ejipto? quién os libró de la opresion que padeciais? quién os dividió las aguas del rubio mar para que pasaseis a pié enjuto y vieseis anegar en él a vuestros enemigos? y experimentado estos portentos, recibido tantos favores, y comunicado tantos beneficios, ¿no haceis memoria de ellos y pedis otros dioses sin empacho? Qué bien lo dijo San Crisóstomo! y mas adelante sojuzgando y reprendiendo su poca fee, dijo las siguientes razones: aun estás recibiendo y experimentando grandezas y obras sin medida para contigo, pueblo desconsiderado, y te olvidas de tu bienhechor. Al suplicio camina a rienda suelta el que al paso que recibe, no corresponde ni sabe contribuir: el dar es voluntario (dijo San Ambrosio), el satisfacer forzoso. Mal acudió nuestro embajador a esta obligacion y forzosa correspondencia: encartado entre los de Jerusalem estaba cuando, por Jeremías, se queja nuestro Dios de los ingratos y