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HISTORIADORES DE CHILE.

desconocidos, porque no supieron corresponder a los beneficios de su bendita mano. Proseguid con vuestra historia, dije a mi amigo Ancanamon, que me tiene admirado y suspenso la disolucion tan grande de ese hombre. ¿Pues de eso os maravillais (capitan)? dijo el discreto y valeroso jentil; no fué lo mas insolente, ni lo que a mí me causó mayor disgusto lo pasado, porque la española ya yo determinaba que se fuese a su tierra en asentando nuestro trato, que con todo corazon admitimos, y salí a que se efetuase con los demas caciques y parcialidad de la Imperial y costa. Escuchad mas adelante, y veréis lo que hizo este hombre en mi casa. Salí otro dia con otro cacique mi compañero y mis criados, y dejé al español en ella (con ir advertido de su mal trato), con órden de que lo regalasen con lo que tenia, y a un hermano mio que le asistiese y acudiese a suplir mi falta, como lo hizo festejándole con mucha chicha, gallinas, perdices, corderos y terneras; y en el tiempo que falté por estar haciendo la causa de los españoles y reduciendo a mi voluntad a los demas caciques de toda mi regüe y parcialidad, el español mensajero estaba en mi casa haciéndome traicion y disponiendo dejarla robada (como lo hizo); no habiéndose contentado con revolverse con la española, me inquietó dos mujeres muchachas que las queria bien, y tres o cuatro dias antes que yo llegase, previno sus caballos, y una noche subió en ellos y me llevó la española y mis dos mujeres al fuerte de Paicavi. Cuando llegué, habiéndome avisado del destrozo que habia hecho aquel mal hombre en mi familia, ¿qué sentiria mi alma, y qué aflicciones tendria mi corazon? lloré como una criatura la falta de mis mujeres, y en este tiempo llegaron mis suegros padres de las muchachas y me pusieron de suerte que no faltó sino es matarme, diciéndome, que era traza mia el haber enviado mis mujeres por delante, para irme yo tras ellas a vivir con los españoles: yo me ví en notable aprieto y tan lastimado, que fué menester valerme de mi prudencia, de mi valor y esfuerzo para no hacer una locura y desesperada accion. Traté de ponerme en camino para ir en demanda de mis mujeres al fuerte de Paicaví, juzgando que los españoles, luego que yo llegase, me volverian mis mujeres y castigarian al que hizo conmigo semejante maldad; rogué a mis suegros que me asistiesen y acompañasen, que por mis razones echarian de ver y conocerian mi inocencia y cuán ajeno estaba de lo que me habian acomulado. Aceptaron luego el envite y vinieron en ir conmigo por el deseo que tenian de ver a sus hijas. Salimos otro dia por la mañana hasta veinte indios amigos y los caciques mis suegros, y llegamos al fuerte de Paicaví a significar el agravio que aquel español me habia hecho, diciéndoles, que cómo permitian tan gran desafuero a quien iba a tratar medios de paces y conveniencias públicas con personas no iguales en capacidad, entendimiento y discurso, y lo mas sin cabeza; que si habia algunos que supiesen distinguir lo bueno de lo malo y considerar que tambien hai malos españoles como buenos, y que los que no son ajustados a la razon, tienen gobernador y