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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

cabeza superior que los castiga, como yo y otros lo entendemos así, los mas y el comun juzgarian haber sido trato doble, fraguado entre todos ellos, cuando no tuvo en mi opinion otro principio que la malicia de un particular extraño; y que así estimaria grandemente que no frustrasen mis esperanzas, ni diesen lugar a que los caciques mis compañeros y suegros, padres de las dos chinas que me habian robado (que presentes estaban), juzgasen en contra de lo que les tenia informado y asegurado, de que volverian mis mujeres y castigarian severamente a quien tan inhumano, cruel y mal correspondiente habia procedido en mi casa, y no ajustádose a la obligacion de fiel y legal nuncio; que la española podia quedarse, pues se hallaba ya en su tierra y entre los suyos; que las dos hijas de aquellos caciques que se hallaban presentes, y mis mujeres, pedia solamente para consuelo mio y alivio de sus padres. Estas y otras razones, salidas del corazon, con todo sentimiento y pena les dije, sin que en ellos causasen efecto alguno, pues me respondieron desabridamente, que las chinas no querian volver a nuestro poder porque eran ya cristianas. Pues ¿por qué las cristianasteis con tanta brevedad (les volví a decir), sabiendo de la suerte que ese mal hombre las habia traido, sin aguardar el fin de mi viaje, que claro está que sabriais que estaba fuera de mi casa en ejecucion y cumplimiento de vuestra embajada? ¡Nunca yo la hubiera admitido, pues estoi experimentando vuestras traiciones y doblados tratos! y con negarme ahora mis mujeres nos habeis dado a entender que todos sois unos y solo tratais de destruirnos y acabarnos. Y luego decis que nosotros somos los traidores y los que vivimos con doblados pechos. Finalmente, nos volvimos desconsolados y tristes, mis suegros sin sus hijas y yo sin mis mujeres, rabioso de haber admitido aquel español en mi casa, y deseoso de hallar ocasion de vengarme de aquel patero apo (que es lo propio que padre gobernador), que nos envió a engañar y hacer burlas y chanza de nosotros. En este tiempo, acabado de llegar a mi casa, tuve noticia cierta de que habian llegado al valle de Ilicura dos pateros o padres de la Compañía de Jesus, enviados del propio padre que nos engañó, y porque mis suegros entendiesen cuán lastimado volvia, por asegurarme de ellos y por tener en alguna parte venganza de tamaña ofensa, convoqué hasta ducientos indios amigos y comarcanos, y fuí a donde ellos estaban, y los hice matar rabiosamente. Mirad ahora si tuve sobrada razon o no, despues de recibidos los agravios que os he referido.

CAPITULO XII.

En que se ponderan las razones del cacique y se sacan algunos morales. Atónito y suspenso me quedé por cierto, habiendo escuchado la relacion de este cacique, que nunca juzgué fuese tan verdadera, hasta que despues de conseguida mi libertad, me informé del caso de algunas personas antiguas y de crédito, y hallé ser a la letra de lo sucedido y de lo