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HISTORIADORES DE CHILE.

aunque me mostraba buena voluntad, no queria darle a entender mi pecado. Con esto la eché de mí y quedé sosegado en compañía de mis dos camaradas los muchachos, que habian acabado de llegar en mi demanda para llevarme a donde su abuelo Llancareu estaba. He significado este amoroso subceso para ponderar con agradecimiento los favores y mercedes que la Divina Majestad fué servida de hacerme en medio de mis trabajos y aflicciones, siendo querido y estimado de los mas principales y valerosos caciques; y tambien, para dar a entender el natural afecto que muestran a los españoles los que tienen y han tenido ménos comunicacion ni trato con nosotros, pues se ha reconocido ser mucho peores y mayores enemigos los domésticos criados con experiencia de nuestros malos modos de vivir, que en su lugar se tratará mas latamente este punto. Y porque, como dijo Ovidio, que es conveniente y permitido en las historias trájicas entreverar algunos amorosos subcesos, se me podrán permitir los que tocare y fueren convenientes a la historia. Omne genus scripti gravitate tragedia vincit: Hæc quoque materiam semper amoris habet. Del gran poeta es opinion que las trájicas memorias son las mas graves historias que muestra la descripcion, y que entre su narracion siempre se mezclan amores, que un jardin con várias flores es a la vista agradable; y así será mas loable lo vario en los escritores. Llegó Ancanamon, estando con mis compañeros asentado al fuego gozando de sus apacibles llamas, que el tiempo helado y frio obligaba a solicitar sus cálidos efectos, y la otra moza con él, preguntando por su compañera, a quien respondí que luego se habia mudado a otro fogon. Pues ¿para qué la dejasteis (me dijo el cacique)? no debió de hallar buena correspondencia en vos, y se iria corrida. No fué (le respondí) sino es con mucho gusto, porque ella me pareció burlona y desenfadada, y no hai que hacer aprecio de sus palabras, que con todos debe de hacer lo propio. Y aunque no fuesen finjidas sus razones, ya te he significado, amigo Ancanamon, que no podemos los cristianos cometer semejante delito ni pecado tan grande. Pues ¿cómo otros españoles (replicó el cacique) no reparan en esas cosas? que ha habido muchos entre nosotros mui demasiados en eso y aun libres en solicitar mujeres ajenas, que las que son sueltas y del trato no hai quien las pida cuenta. Esos serian (le respondí yo) hombres sin obligaciones, pues no temian a Dios, ni se avergonzaban de las jentes. Decis mui bien, capitan, me dijo el cacique,