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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

un poco, que un español que habia asistido en su casa, le solia enseñar. Decid, pues (le dije), lo que sabeis y lo que os enseñaba ese soldado o español que decis; con que dió principio a recitar el Padre nuestro en nuestro castellano idioma, que repitió hasta cerca del medio bien recitado. Preguntéle si entendia algo o sabia lo que queria decir lo que habia aprendido, y me respondió que no. Pues yo os enseñaré (le dije) en vuestro lenguaje las oraciones, para que entendiendo lo que contienen, las aprendais con mas gusto. Tendréle grande (capitan), me respondió, por entender y saber lo que dicen vuestras oraciones.—Pues decid conmigo de esta suerte: Inchi in ta inchao huenuneuta mileimi; y así fuí prosiguiendo con el Padre nuestro, y él, respondiendo con alegre semblante, mostraba el regocijo que tenia con ir entendiendo lo que rezaba: repetímosle tres o cuatro veces, y por último remate refirió solo mas de un tercio de él, diciéndome que el siguiente dia le habia de recitar por entero, si yo no me cansaba de enseñarle; a que le respondí, que me daba mucho gusto de ver la cudicia y aficion con que deseaba saber las oraciones, que en cualquier tiempo que tuviese gusto, me hallaría dispuesto a su doctrina y enseñanza. Con cuyas razones cerramos nuestra conversacion y dimos al sosiego nuestros sentidos, habiendo ante todas cosas dado infinitas gracias a mi Dios por los favores y mercedes que me hacia.

CAPITULO XIX.

En que se refiere lo que el dia siguiente hicimos, y lo que vimos hacer a un machi, que son hechiceros y curan por arte del demonio, y de la suerte que se apodera de ellos, con las cerimonias [sic] que se dirán. Apénas daba muestras de esparcir el sol sus rayos, cuando el muchacho me despertó, rogándome con ansiosos deseos que repitiésemos la oracion del Padre nuestro, porque toda la noche dijo, habia estado soñando con él; concedí con su gusto por el que yo tuve de verle tan inclinado y con natural afecto a las cosas de nuestra santa fee católica, y despues de habérsele repetido cuatro o cinco veces, refirió mas de la mitad sin ayudarle y me encareció el consuelo que recibia su alma con ir aprendiendo aquella oracion en su lengua, porque iba entendiendo lo que rezaba. Pues ¿cómo podeis entenderlo (le dije), ni penetrar el alma de esas razones? entenderéis las palabras y no lo esencial de su contenido. Sí entiendo tambien (me respondió), porque el que decis que es nuestro Padre, está arriba en los cielos, que decis que es Dios, Villpepilbue, que todo lo hace y todo lo puede. Pues no es así (capitan)? Inchi ta inchao, no quiere decir Padre nuestro? huenuneu ta mileimi, que estais en los cielos? Ubehique pe tami igri, sea reverenciado tu nombre? y lo demas que sabia lo fué refiriendo y explicando como lo demas, que verdaderamente que me dejó el chicuelo suspenso y admirado, habiéndole preguntado si creia en Dios y en todo lo que decia el Padre nues-