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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

con quien habia tenido algunas diferencias, y no quiso nombrar la persona aunque se lo preguntaron, y esto fué con una voz tan delicada, que parecia salir de alguna flauta. Con esto volvieron a cantar las mujeres sus tonadas tristes, y dentro de un buen rato, fué volviendo en sí el hechicero, y se levantó cojiendo el tamboril de su lado, y lo volvió a colgar adonde estaba de ántes, y fué a mesa adonde estaba la quita de tabaco encendida, y cojió humo con la boca, y incensó o ahumó las ramas (por mejor decir), y el palo adonde el corazon del carnero habia estado clavado, que no supimos que se hizo, porque no se le vimos sacar ni pareció mas, que infaliblemente lo debió de esconder el curandero, o llevarlo el demonio, como ellos dan a entender, que se lo come; despues de esto se acostó entre las ramas del canelo a dormir y descansar, y de aquella suerte lo dejaron, y nosotros nos fuimos a a nuestra habitacion con el cacique. Y habiendo cenado mui a gusto, me rogó el muchacho que le enseñase otra oracion, porque ya sabia el Padre nuestro; díjele que repitiese; hízolo así con primor, y porque era tarde le pedí que dejásemos para otro dia el dar principio a otra oracion, porque el sueño me tenia rendido y apurado y despues de haber acudido a lo principal de mis devociones, quedaron los sentidos al sosiego entregados y al descanso. DAVET

CAPITULO XX.

En que se trata del afecto con que el muchacho mi camarada deseaba saber las oraciones, y de algunas preguntas raras que me hizo. Amaneció, otro dia, de escarcha helada bien cubierto el campo, y por cima de sus cándidos tapetes fuimos todos a echarnos al estero, que aun el decirlo puede causar pavor a quien no lo ha visto, y a los que no saben ser costumbre antigua de estos naturales. Volvimos limpios y frescos a asentarnos al amor del fuego, adonde las mujeres dispusieron darnos de almorzar en breve espacio, porque tenian que ir a resembrar una chacra en que se habian de ocupar hasta la noche. Despues de haber salido el sol claro y sereno, a breve rato se levantó una niebla cerrada y bien tupida, y acercándose mas al mediodía su curso, se cubrió el cielo de nublados densos, porque la helada o los vapores de ella subieron para arriba conjelados (que estos indios llaman a estas nubes pirapilin), cuyos accidentes se convierten en agua de ordinario; y habiendo las indias reconoci lo el tiempo alborotado, se apresuraron en darnos de almorzar para salir luego a su faena, como lo hicieron, dejándonos en el rancho al cacique, a mí y al muchacho mi compañero y camarada, y a otro pariente del caporal casado, que alojaba tambien en la casa. Estuvimos, despues de haber comido y brindádonos a gusto, en buena conversacion entretenidos, y rodeándose la plática me preguntó el cacique, si los españoles que asistian en nuestras fronteras, eran como los pasados que estuvieron en aquellas ciudades Collmary estig