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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

de S. M., y aun su real patrimonio, pues se lo estan gastando conocidamente en sus particulares intereses, mas que en los aumentos y progresos de la guerra: con que se han verificado las razones del cacique, que no pueden ser estables los siervos y vasallos, si son los españoles como los pasados. Y mucho peores, pudiéramos decir, pues por tener la presa mas segura han promulgado paces cautelosas y falsas, haciendo que se reduzcan algunas parcialidades, y sobre seguro las han maloqueado y vendido por esclavos estas presas: estos son los agasajos que hacen a los que con buena voluntad se rinden y sujetan a nuestras armas, y si se alborotan o levantan con estas acciones y buenas obras que les hacen, decimos que son traidores; y así digo, que miéntras no se quitare la esclavitud de esta nacion, y ejemplarmente no se castigaren tales superiores y ministros, es imposible que haya paz firme en este reino; ántes tengo por mui cierto que ha de consumirse mui breve y acabarse, porque los que vienen a gobernarle forasteros, son siempre sus mayores enemigos, alborotando la guerra y destruyendo la paz. Prosigamos nuestra historia, que de ella irémos sacando o encontrando varios acontecimientos encaminados al blanco de mis discursos.

CAPITULO XXI.

En que se prosigue la conversacion trabada con el muchacho, y se responde a las dificultades que puso, preguntando que cómo podia parir una doncella. Salimos con el cacique los que con él dije que asistíamos, y nos en. caminamos para adonde estaban las mujeres, y habiéndolas hallado en sus sementeras ocupadas, las ayudamos con deseos de que se ajustase brevemente la tarea. A los últimos fines de la tarde dió principio el agua, aunque menuda, a dejarse caer sobre nosotros, con que abreviamos nuestra vuelta, llevando por delante nuestros hacecillos de leña seca, que es de todos el ordinario ejercicio. Llegamos al abrigo de la casa a tiempo que la luz del dia se ausentaba y las lluvias crecian con el viento; con que al instante las indias aliñaron sus fogones, y en el que hicieron para el cacique aparte, nos asentamos los que salíamos en su compañía: allí nos trajieron de cenar despues de haber pasádose buen rato, y con sumo gusto y alegría nos brindamos con chichas diferentes, y habiéndonos quedado conversando al fuego, me pidió mi compañero y amigo que le enseñase otra oracion, porque sabia ya la del Padre nuestro, que la recitó mui a mi gusto, y el padre le mostró grande de haberle escuchado, pues me dijo que se hallaba mui pagado de que enseñase a su hijo con buena voluntad las oraciones. Yo le respondí, que estimaba mas el haber reconocido en él una intencion piadosa y natural afecto a nuestra doctrina, que el amor y agasajo que me hacia. A esto se allegaron dos mujeres del cacique, las mas queridas, a nuestro fogon a escuchar un rato lo que hablábamos, que como las oraciones que enseñaba eran en su lengua, parece que gustaban todas stor » apor