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HISTORIADORES DE CHILE.

sentaron las cabezas de los niños que entre sueños se os pusieron delante. Y aquella señora que visteis sobre el árbol asentada, era la madre de aquel niño hermoso, que es nuestro Redemptor; y porque alabais a su Madre Santísima con el Ave María, ahuyentó y apartó de vos aquel negro, que era el demonio, que os queria tapar la boca, porque es nuestro comun adversario y está perturbando siempre nuestros buenos intentos y propósitos; y conociendo los que teneis de conocerle, se opuso el niño hermoso al negro feo y horrible, que es el demonio, y el otro Cristo, Señor Nuestro, hijo de Dios vivo, que os alentó y esforzó con su vista para que no dejaseis ni os apartaseis de vuestros deseos, que son encaminados al conocimiento de nuestra santa fee católica. Decis mui bien, capitan, me respondió el muchacho, y me parece que habeis acertado con mi sueño, porque, como decis, que lo que se continúa en la memoria en el discurso del dia, se nos representa en sueños de noche, hame sucedido a mí de esa manera, pues no pudiendo desviar de la imajinacion las oraciones que me enseñais, y el ardiente deseo de conocer a Dios, durmiendo de noche parece que las tengo mas presentes; y así, por vuestra vida, os ruego que no dilateis el cristianarme, pues habeis visto en mí sobrado afecto. Será menester, amigo y camarada (le dije), que pidais licencia a vuestro padre, que no será razon que sin su gusto mudeis de relijion y de vuestro estado. ¿Ya no sabeis (respondió el muchacho) que mi padre gusta de que me enseñeis a rezar? claro está que tambien ha de querer que sea cristiano. -Pues bien podeis prevenirle y avisarle. Para mañana harémos una buena cruz y la pondrémos enfrente de aquel árbol copado, frondoso y verde que está enfrente de nuestra casa, para que debajo de sus copiosas ramas recibais el agua del santo bautismo. Mucho me habeis consolado, capitan amigo (dijo el muchacho): yo se lo diré a mi padre, y veréis el regocijo que muestra con mi determinacion y vuestra enseñanza. Pues aguardemos al dia, camarada, y miéntras viene (le dije) podrémos sosegar otro buen rato.

CAPITULO XXIII.

De como, luego que el sol dió principio a manifestar sus rayos, nos levantamos a hacer una cruz hermosa, y la pusimos arrimada al árbol copado que estaba cerca de casa, y la cercamos a modo de claustro para dentro dél baptizar a mi amigo. Apénas iba el sol dando principio al dia, cuando mi compañero empezó a levantarse de la cama y a decirme, que ya los rayos dél estaban con nosotros, que nos levantásemos y fuésemos a hacer la cruz que habia dicho pondríamos arrimada al árbol; con que me obligó a levantar tambien del lecho en que habíamos dormido, dando infinitas gracias a nuestro Dios y Señor por las mercedes que me habia hecho, en dejarme llegar con bien a aquel dia, y por haberme llevado a casa de aquel cacique de buen natural y inclinado a mirar con buenos ojos a los españoles y cristianos, y adonde con tanto fervor y gusto admitia aquel muchacho