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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

mi compañero nuestra doctrina y fee católica. Salimos afuera, habiendo sacado una hacha que le pedí, con que nos encaminamos al monte, adonde escojimos una vara larga y gruesa, la mas derecha que topar pudimos, que con mucho gusto cortamos y sacamos de la montaña, y fuera de ella la pusimos y enderezamos, cortándole los gajos y ramas que por él se esparcian; con una azuelilla de las que ellos usan, hicimos las muescas o encajes para el atravesaño y brazo de la cruz, que con un asador ardiendo le taladrámos por falta de barreno, y con unos clavos de madera fuerte la clavamos, y entre los dos al sitio que de ántes propusimos, la llevamos, enfrente del copado árbol referido. En este tiempo estaba ya el cacique Luancura padre del muchacho con otros dos mocetones casados, parientes suyos, a la resolana, arrimados a las espaldas del rancho, y luego que nos vieron llegar con la cruz a cuestas, se levantaron y fueron a donde estábamos los dos cojiendo algun resuello y descansando, porque verdaderamente era de buen porte el madero y no dejó de fatigarnos algo; y lo que me maravilló fué, que siendo el muchacho tierno y delicado, pudiese soportar con esfuerzo la carga que a mis hombros, aunque mas vigorosos y robustos, agobiaba, y acordéme en esta ocasion de lo que nos dice el Redemptor divino, por su coronista glorioso, que su peso es liviano y su yugo suave. Yugo llama Cristo S. N. a su lei santa, y a los que la reciben, les dice, que la lleven sobre sí, y aunque el camino de la virtud parezca áspero y escabroso, en cojiendo la vereda con amor y gusto, se hace espaciosa si parece estrecha, gustosa y deleitable, si penosa, como le parecia a mi compañero catecumeno suave el yugo, y la carga de nuestra lei liviana y deleitable. Pues ¿cómo (pregunta Ravano) nos dice en otra parte nuestro Salvador, que es angosta y trabajosa la senda que nos encamina al descanso y a la vida? Y prosigue diciendo, que a los últimos fines de la carrera se hace apacible el camino y espacioso, con el progreso del tiempo y con la dulzura del divino amor, aunque a los principios sea trabajoso, angosto y áspero. Preguntónos el cacique nuestro intento, y a qué se encaminaba nuestro trabajo, y respondió el muchacho que me habia rogado várias veces que lo bauptizase, y que no habia querido hacerlo sin su consentimiento y gusto. Respondió el cacique con agrado y placentero, que recibiria grande júbilo y alegría en verlo hacer cristiano, porque él lo era antiguo y tuvo siempre buena voluntad a los españoles, aunque sus temeridades obligaron a aborrecer sus acciones. Pues esta cruz que traemos (repitió el muchacho), la habemos hecho para ese efecto y la queremos poner arrimada a este frondoso pengu (que así se llamaba el árbol), para que al pié de ella me bautice el capitan. Paréceme mui bien (dijo el cacique), y nosotros ayudarémos a levantarla, y se bauptizarán todos los de casa. Haced unos pales (dijo a sus compañeros), que son a modo de barretas de una madera mui pesada. El muchacho mi compañero estaba ya disponiendo una de estas, con una azuela pequeña que habia llevado al propósito, y los dos muchachones camaradas hicie-