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HISTORIADORES DE CHILE.

ron otras, con las cuales se hizo el hoyo en que se habia de poner la cruz, que con el ayuda del cacique y los demas que nos habíamos juntado, la levantamos en alto y la pusimos clavada, derecha bien proporcioy nada; y acabada de poner, nos hincamos de rodillas al pié de ella, y hice a mi compañero que rezase las oraciones que sabia, que eran las del Paternoster y Ave María, que lo hizo con mucho gusto. Y el cacique y los demas a nuestra imitacion hicieron lo propio, poniendo las rodillas en el suelo, alegrándose de ver la cruz, que señoreaba toda la campaña, y de haber oido a su hijo recitar las oraciones; y yo quedé maravillado, cierto, de la devota accion del cacique, que por habernos visto a los muchachos de rodillas hizo lo propio él y sus compañeros; de adonde se puede colejir con evidencia, que el dócil natural de esta bárbara jente no fué cultivado en sus principios con el azadon y reja del eficaz ejemplo de que necesitaba un nuevo jentilísmo, porque importaban poco las palabras a los que con cuidado atendian mas a las acciones, que sin duda no debieron de ser mui ajustadas las de sus primeros maestros y señores, pues tan breve se reconoció el fruto que se sacó de ellas con la destruicion y pérdida de sus vanas ciudades: a cuya causa debemos seguir la doctrina y enseñanza de nuestro gran padre San Gerónimo, que dice, que nuestras obras sean tales, que no confundan ni perturben nuestras palabras, que de esa suerte tendrá la enseñanza lucimiento y feliz logro la palabra divina. En esto se nos fué lo mas de la mañana, porque como los dias eran los mas pequeños del año, con el ejercicio que habíamos tenido, se nos fué el tiempo deslizando y sin sentir se nos acercó el mediodía; y de la mesma suerte (como dijo Ovidio) se nos van sin pensar y sin ruido los años y los dias de la vida. Tempora labuntur tacitisque senescimus annis, Et fugiunt freno non remorante dies. Los tiempos se deslizan, Los annos resbalando se nos pasan, Callando nos avisan, Y sin freno los dias nos aplazan, Pues cuando no pensamos Ai fin de la carrera nos hallamos. Llevónos, despues de esto, el cacique a su rancho, y comimos con él de lo que las mujeres tenian dispuesto y sazonado, y nos brindamos con extremados licores de manzanas, de frutillas y maiz crudo, que es fuerte y de mucho sustento; y en el discurso de nuestros bríndises [sic] platicamos largamente de los cristianos antiguos, que no debieron de ser sus principios tan ajustados a la doctrina cristiana y enseñanza que era conveniente para una nacion bárbara y nuevamente reducida y agregada al gremio de nuestra santa fee católica, pues el cacique me dijo como admirado: capitan, ¿sabeis lo que he reparado en vuestra doctrina y enseñanza? que los antiguos españoles no siguieron en ella vuestro