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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

de haberlo visto alentado y en su juicio, y que con fervoroso afecto repetia las oraciones, abrazando la cruz y poniéndola en los labios y en los ojos, por haberme visto esta accion cuando me acostaba en la cama y al levantarme de ella: que verdaderamente el ejemplo es el que mas bien enseña y encamina al infiel ignorante, que no las palabras ni la elocuencia en el decir, como lo sintió Macrobio; a cuya causa debemos obrar justificadamente y con atencion cristiana en la presencia de los que son ignorantes bárbaros infieles, porque no tengamos ocasion de decirles lo que el coronista amado dijo a Gayo, que no imitase lo malo, ántes sí siguiese lo bueno; y siendo nuestras obras bien encaminadas y ajustadas a lo que enseñáremos, siempre las imitarán gustosos, porque el obrar bien (como dijo Aristóteles) da crédito al decir, que en las acciones humanas ménos se creen las palabras que las obras. Cojí las manos con ternura al enfermo, dolorido de ver al amigo y compañero en aquel trance, y le hallé mas fresco y aliviado del calenturon que le habia privado de los sentidos; hícele traer una escudilla de caldo, y por fuerza se la hice beber, sin haber podido pasar otra cosa en tres dias que habia que el achaque le tenia postrado; y sobre lo que padecia, se le recreció un humor corrupto de sangre, que se vaciaba mui a menudo, y no le dejaba sosegar. En medio de estos trabajos era contento oirle alabar a Dios y con rostro alegre decirnos, que habia visto entre sueños aquella señora que la vez pasada se le apareció con el niño bonito, y muchos pajaritos blancos volando a la redonda de ella; y estando despierto, decia que ácia el rincon de la casa se le aparecian unos perros negros y obscuros bultos que le causaban algun temor. No os dé cuidado, dije al enfermo, que teniendo esa cruz en las manos no os molestarán esas aparencias [sic], que son ilusiones del demonio, enemigo comun de los cristianos y perturbador de sus acciones; pero estando amurallado y defendido con las armas de Cristo Redemptor nuestro, poco importarán sus tiros y ménos logro tendrán sus intentos. Dejéle un rato en compañía de su padre y salí afuera a rogar a N. S. le diese al muchacho aquello que mas conviniese a su santo servicio y al descanso de su alma: en esto me ocupé un breve rato, y en hacer dos cruces de madera del altor de media vara, y entré adentro con ellas, y la una puse en el rincon adonde el muchacho dijo haber visto las figuras negras y los perros, y la otra en su cabecera, habiéndolas visto antes y abrazádolas con grande júbilo y alegría; con que pudimos obligarle a que comiese un bocado del ave que le tenian aderezada, que forzado de nuestros ruegos, comió alguna cosa y bebió una poca de chicha espesa y tibia. Despues de esto rogó que le dejasen reposar un rato, y a mí me pidió que no me apartase de su cabecera; hícelo así, y con la ropa que tenia, le abrigué mui bien el cuerpo, y habiendo quedado solos, cuando juzgué que queria reposar la comida, me dijo y rogó que le explicase el Credo, como lo habia hecho los dias antecedentes, que aquella oracion no la habia acabado de entender. De mui