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HISTORIADORES DE CHILE.

reduzgo [sic] a lo que me decis, y a creer solamente lo que me enseñais. Con esto me pidió la mano para levantarse, diciendo que le apretaban mucho los cursos de sangre que hacia, y al asentarse en la cama, se vació en ella; que por escucharme con atencion, dijo habia suspendido la cámara gran rato. Llegó la madre a mudarle mantas y frezadas, y en el entretanto salí afuera a que me diese el aire y sacudiese los vapores y anhelos del enfermo, que me tenian la cabeza tan desvanecida y dolorida, que juzgaba estar vestido ya del propio achaque; encontré al salir por la puerta con el cacique hablando con el mache o curandero, que en otra ocasion manifesté sus ceremonias y encantos, a quien habian enviado a llamar para que curase al muchacho, y luego que le ví, como si viese al demonio, se me alborotó la sangre y perturbaron los sentidos, y por otra parte encaminé mis pasos; y habiéndome divisado el cacique, me llamó para decirme, que aquel médico habia venido a curar al enfermo, que cómo se hallaba. Respondíle que la enfermedad que tenia, no necesitaba de ceremonias ni machetunes, como ellos dicen, sino era de algunas yerbas que le estancasen los ordinarios cursos, que le tenian debilitado. Yo le curaré (dijo el mache, o hechicero) y veré lo que ha menester para que cobre salud: hagan traer un cántaro nuevo, y una crecida rama de canelo, y lo demas que sabeis, repitió al cacique. Yo no quise replicarle porque no juzgase que contradecia el intento y perturbaba las delijencias [sic] que se pretendian para la salud del muchacho.

CAPITULO XXVII.

En que se trata como, habiendo aplicado un indio mache al enfermo algunas medicinas, no le aprovecharon, con que murió como verdadero cristiano, porque su Divina Majestad lo tenia dedicado para el cielo. Entraron adentro, y yo me quedé afuera cojiendo el fresco, porque habia salido medio almareado [sic]. Llegóse a ver al enfermo el endiablado médico en compañía del cacique, y luego que le divisó el muchacho, le dijo que se fuese de su presencia, que no queria que le curase con aquellas ceremonias que acostumbraba, de el demonio; díjole su padre, que por qué no queria dejarse curar, que cómo habia de tener salud, si no se sujetaba a las medicinas que querian aplicarle; a que le respondió, que no queria conseguir la salud por mano de aquel hechicero, que le tenia gran horror y miedo, y que de ninguna suerte lo queria ni aun mirar: y esto fué volviendo el rostro a otra parte y tapándose la cabeza, con que obligó a su padre a decir al médico, que no queria hacer cosa alguna contra el gusto de su hijo; que lo que podia disponer, era darle algun bebedizo para que se atajasen y minorasen los cursos, que era lo que le tenia debilitado y fatigado. Pues por la mañana le buscaré las yerbas (dijo el mache), y se las darémos a beber, puesto que no quiere que le curémos de otra suerte, y dejaré dispuesto el bebedizo, y acá se lo podrán dar. En esto entré yo de afuera, y el cacique