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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

llevarlo al entierro de sus pasados, por no faltar de la costumbre de los suyos, que aun en esto muestran asemejarse a aquellos antiguos padres, que tenian señalados sus sepulcros para enterrarse los maridos con las mujeres, los hijos con sus padres y parientes con parientes, como se verifica en el patriarca Abraham, Jacob y otros reyes. Despues de su consulta me llamaron afuera y me significaron la resolucion que habian tomado, porque no podian hacer otra cosa. Pues ya que ha de ser así, les dije, estimaré mucho que me permitais que ponga una cruz grande al pié de su sepultura. De mui buena gana, respondieron todos, y os ayudarémos a hacerla y levantarla adonde vos dispusiereis y gustareis. Con esto fuimos todos adentro a tratar de llevar el cuerpo a su sepulcro, y hallamos descubierto el rostro del muchacho muerto, porque su madre y otros parientes suyos lo estaban vistiendo de nuevo con calzones colorados, camisetas listadas y una bolsa mui labrada pendiente de un cinto ancho, a modo de tahalí, con sus flecos a la redonda; y hallamos a las indias mui admiradas cuando entramos, diciendo que no habian visto jamas en difunto lo que en aquel muchacho, que demas de haberse puesto mas hermoso y blanco de lo que era, que causaba mil gustos a sus padres y a los demas circunstantes que le asistian, decian con admiracion, que estaba el cuerpo tan tratable y amoroso, que se dejaba doblegar a cualquiera parte que querian moverle; a cuyas razones llegamos todos a hacer la experiencia, y lo atentamos como si estuviese vivo, doblándose los brazos y las piernas a las partes que los querian encaminar. Y habiendo estado dia y noche sin alma aquel cadáver frio, causóles notable novedad y a mí no menos, porque me pareció cosa que no sucedia jamas, y el verle tan hermoso, blanco y risueño como si estuviese en su cuerpo el alma. Preguntáronme la causa de la diferencia que hallaban en aquel cuerpo helado, a los demas que habian visto difuntos; y respondíles, que en eso echarian de ver la diferencia que habia de los cristianos a los que no lo eran, que como iban a gozar de la presencia de Dios al cielo, participaba el cuerpo de la gloria y hermosura que se le comunicaba al alma, como resuelve el anjélico doctor diciendo, que de la gloria y beatitud del alma nace o sale una redundancia al cuerpo, de manera que goza de la perfeccion que tiene. Arguy éronme con decir que habian visto en otras ocasiones morir a otros españoles cristianos entre ellos, y quedar como los demas difuntos, y no con la hermosura y suavidad en el cuerpo que habian experimentado en aquel muchacho; que así, no era buena razon la que les daba; a que les satisfice con decir que entre los cristianos habia malos y buenos, como en todas las naciones; que tambien ellos no me podian negar que entre los suyos habia unos bien intencionados, de buen corazon, jenerosos y ajustados a su lei natural, y otros perversos, de mala inclinacion, inquietos, ladrones, maldicientes, envidiosos y crueles. A que me respondieron que tenia razon. Pues de esa suerte somos tambien los cristianos, que algunos no tienen mas que el nombre meramente, porque sus obras no son ajustadas a su profesion ni a la lei divina, y estos se apartan de Dios