Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/205

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
191
NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

propicio y dispuesto a todo lo que fuere de vuestro gusto. Yo estimé mucho las razones del cacique; y porque nos habemos dilatado en este capítulo, proseguirémos en el otro con las demas cerimonias que usan en sus entierros.

CAPITULO XXX.

En que se prosiguen las exequias del difunto, con la ostentacion y fausto que acostumbran hasta dejarlo enterrado, y de como llegó mi amo al fin del entierro, y a lo que llegó. En el discurso de la conversacion y plática que tuvimos, las mujeres se ocuparon en vestir al difunto con ropas nuevas, camiseta, mantas y calzones de diferentes colores, y una bolsa mui curiosa (como tengo dicho) que sobre todo le pusieron, pendiente de una como faja ancha, a modo de tahalí, que no tuve curiosidad de saber lo que llevaba dentro, porque iba bien llena y cocida por la boca: despues de haber salido del cautiverio, supe de algunos indios de los nuestros, que lo que les ponian en la bolsa eran sus collares y llancas, que son como entre nosotros cadenas y piedras preciosas; y esto se acostumbra con los hombres principales y de suerte. Acabaron de vestirle y trajieron unas andas a su modo, mui enramadas de hojas de laureles y canelos, y a falta de flores, que en aquel tiempo no las habia en el campo por ser la fuerza del invierno, le hice una guirnalda de hojas de laurel, toronjil y yerbabuena, y se la puse al muchacho difunto en la cabeza, que parecia con ella un anjelito, porque se habia puesto blanco y hermoso, que causaba a todos grande regocijo y gusto el mirarle; pusiéronle en las andas, y los mas principales las sacaron en hombros, y yo entre ellos, porque me convidé para el efecto: y los caciques estimaron mi accion, y el padre del muchacho con extremo. Salimos en procesion mas de cincuenta indios, que se habian juntado de los comarcanos de una cava que llaman ellos quiñe lob, y a mas de otras cien almas de indios, chinuelos y muchachos, que llevaban de diestro mas de diez caballos cargados de chicha, que iban puestos en órden marchando por delante; salimos con el cuerpo por la puerta del rancho, y así como pusimos los piés fuera de los umbrales con las andas, se levantó un ruido de voces tan extraño, que por lo nunca acostumbrado en mis oidos me causó de repente algun pavor y espanto; porque las dolientes mujeres, la madre, hermana y muchachos lloraban sin medida y lastimados, rasgándose las cabezas y cabellos, y los demas por cerimonia se aventajaban a estos con suspiros, sollozos y jemidos, y todos juntos despidiendo unos ayes lastimosos, acompañados con las lágrimas, gritos y voces de los niños, que penetraban los montes de tal suerte, que respondian tiernos a sus llantos. Parados estuvimos y suspensos miéntras se sosegaron los clamores, que verdaderamente eran mas encaminados al honor y fausto del entierro, que a demostrar la pena que llevaban: y en estas cerimonias fúnebres, tambien se asimilan mucho a los anti-