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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

y media de ancho, que al propósito es el cajon espacioso y ancho por lo que le ponen dentro; ajustaron los tablones en la tierra y pusieron al difunto dentro de esta caja, y yo llegué a quitarle la cruz que le habia puesto, que era la que me acompañaba de ordinario, y dentro del cajon me asenté un rato, que era bien anchuroso y grande, a contemplar la dichosa muerte de aquel muchacho, y el haberse puesto mas hermoso, mas blanco y agraciado que cuando estaba vivo, que causaba admiracion a todos los circunstantes. En el interin que hicieron el hoyo para ajustar las tablas, habian descargado la chicha, que llevaban mas de veinte o treinta botijas y las tenian puestas en órden, unas por una parte y otras por otra, en hilera; y tras de ellas estaban los caciques asentados, y las mujeres de la propia suerte tras de los varones, repartiendo algunas de ellas que andaban en pié en medio de la calle que hacian las botijas, jarros de chicha a todos los asentados; y a los que habian trabajado en la sepultura, les llevaron una botija ántes que acabaran con su obra, que la despacharon en un instante, ayudados de otros muchos chicuelos y chinas. Avisaron al cacique como estaba ya el cuerpo en el sepulcro, y levantándose con los demas, llevó en la mano un cántaro pequeño lleno de chicha, y los otros caciques de la propia suerte, y arrimándose al cajon del difunto, llegó la madre a echarse sobre él y a pelarse los cabellos y echárselos encima; y esto con unas voces mui descompasadas, mezcladas con suspiros y llantos, a cuya imitacion se levantó un ruido lastimoso de sollozos, alaridos y lágrimas, que como las de la madre eran verdaderas, obligaron a muchos a imitarla, como yo lo hacia despidiéndolas del alma por los ojos: que el compadecerse del ajeno dolor y llorar con los dolientes es de jenerosos pechos, como lo notó San Cirilo Alejandrino sobre las lágrimas de Jesucristo, Señor nuestro, en la muerte de Lázaro, que lo contrario es de fieras. Sosegáronse un rato los clamores, y todos los caciques brindaron al muerto muchacho, y cada uno le puso su jarro pequeño a la cabecera, y su padre el cantarillo que llevaba, la madre su olla de papas, otro cántaro de chicha y un asador de carne de oveja de la tierra, ue se me olvido de decir que la llevaron en medio de la procesion y la ma. taron, ántes de enterrar al difunto, sobre el hoyo que habian hecho para el efecto; sus hermanos y parientes le fueron ofreciendo y llevando los unos platillos de bollos de maiz, otros le ponian tortillas, otros mote, pescado y ají, y otras cosas a este modo; finalmente, llenaron el cajon de todo lo referido y despues trajeron otras tres tablas o tablones ajustados para poner encima y taparle, que despues de haberlo hecho, el primero que echó tierra sobre el sepulcro, fué su padre, con cuya accion se levantó otro alarido como los pasados, y entre todos los dolientes y convidados cubrieron el hoyo en un momento, y sobre él formaron un cerro en buena proporcion levantado, que se divisaba desde la casa mui a gusto y de algunas leguas se señoreaba mejor.