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HISTORIADORES DE CHILE.

de los menudillos que no comiesen, de la suerte que salian, echados sobre las brasas, medio crudos. Aumentáronse los fuegos con extremada leña seca de aquel monte, que la ofrecia a la mano dadivoso, y de cañas bravas, que llaman coleos, hicimos nuestros asadores, que ensartaban cada uno media oveja, demas de otros pedazos que se echaban sobre las brasas, los hígados, los bofes y las panzas, que decian era lo mas gustoso y saludable. Despues de haber comido lo necesario, me recojí a descansar al abrigo y reparo de unas ramas tupidas, y para tolerar el frio, que era mui conforme al tiempo de agosto, en que las travesías y hielos continuaban, hice otra candelada tan cerca de adonde puse mi frezada, que me sirvió de abrigo y de consuelo; y luego que mis camaradas se hallaron satisfechos, me fueron a buscar y a acompañarme, y el viejo nuestro abuelo mui poco despues fué a entrarse en medio de nosotros, obligado de la escarcha y hielo que caia. Recordamos al alba mis compañeros y yo a socorrer el fogon de leña que nos abrigaba; y aquellas horas aun estaban comiendo algunos de aquellos voraces avestruces, que ménos que teniendo los estómagos semejantes a sus ardientes buches, era imposible haber podido dar fin a tanta carne. Amaneció a poco rato, y fuimos en demanda de nuestros animales, que maneados habian pacido el campo, el valle abajo, y ántes que saliese el sol, los teníamos ensillados para marchar en ellos; y habiéndoseme antojado almorzar un pedazo de carne, despues que llegamos de recojer las bestias, no hallé un bocado de que echar mano, porque toda se la habian comido aquella noche. Subimos a caballo aquellas horas y fuimos en demanda del festejo que se hacia, y de la borrachera obstentativa [sic] que nos aguardaba dos leguas adelante de adonde nos alojamos, y llegamos al sitio ántes de medio dia, adonde se iban agregando muchas parcialidades. Luego que llegamos a una vista de adonde estaba el concurso y la plebe y mocetones dando principio a sus bailes y cantos, envió Maulican y Llancareu su padre a avisar al cacique Huirumanque, que era el dueño y tuautem de la fiesta, y el que habia enviado a convidarnos. Al instante envió el cacique cuatro embajadores, hombres principales y parientes suyos, a que nos allegasen media cuadra del palenque, y nos pusiésemos a una vista del para que nos entrasen al sitio y lugar que nos tenia desocupado: acercámonos con los embajadores, los cuales nos hicieron hacer alto a la vista de todo aquel concurso, que seria entonces, ántes de haberse juntado otras parcialidades, de mas de cuatro mil indios y mas de seis mil mujeres, sin la chusma, que era grande. El distrito que ocupaban, era de mas de dos cuadras a lo largo, cercado por dos lados en triángulo de unas ramadas a modo de galeras [sic], cubiertas y cercadas por la poca seguridad del tiempo; estas galerías tenian sus divisiones y aposentos, adonde los parientes y deudos del que hacia el festejo, tenian las botijas de chicha, carneros, ovejas de la tierra, vacas y terneras, con que ayudaban al cacique pariente al gasto de aquellos dias, que serian mas de cuarenta divisiones, sin la muchedumbre de estos jéneros que en su casa tenia el cacique para el gasto de aquellos dias.