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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

Vamos ahora a nuestra entrada. Salió el cacique Huirumanque (que para tales dias guardaban los antiguos vestidos de los españoles) con un calzon de terciopelo morado, tan anchos y largos que parecian costales, que llamaban gregüescos, guarnecidos con un franjon de oro mui ancho, y una camiseta mui labrada, con sus flecos a la redonda, que le servia de coleto, una bolsa colgada con su cinchon, que parecia tahalí, y encima su capa de paño de Castilla azul escuro que tiraba a morado, tambien con su franjon de oro por los cantos y por el cuello, y unas medias de seda amarillas puestas sin zapatos, pero con unos alpargates a su modo y usanza; otros que le acompañaron, sacaron tambien sus vestidos antiguos de españoles, con sus sombreros largos de copa y cortos de falda, que parecian panes de azúcar, y algunos traian sus plumajes, y otros cintillos de oro a lo antiguo, y el cacique llevaba sus collares de piedras, que tienen por preciosas, y de los propios cintillos; llevaron por delante diez o doce chinas mui bien vestidas a su usanza, cada una con su jarro de chicha. Llegaron al sitio adonde estábamos aguardando, y cojió el cacique una vasija grande de madera que llaman malgues, y brindó con él a mi amo y con otro a Llancareu su padre, y luego pidió un jarro de plata que traia aparte una hija suya, con un licor suavísimo y regalado de manzanas, que estando en su punto y no añejo, es de las mejores bebidas que se hacen; con el cual me brindó diciéndome, que por el deseo que tenian todos los de su distrito de la Imperial, su tierra, de ver al hijo de Alvaro, cuyo valor y nombre estaba tan temido y respetado, habian dispuesto aquel festejo y cagüin, que quiere decir junta comun y alegre borrachera; por lo cual habian enviado a convidar a Maulican mi amo, a quien estimaban mucho el cuidado y puntualidad con que habia acudido a su ruego, y llevádome para satisfacer el gusto y el deseo a toda aquella muchedumbre, que para el efecto se habia congregado. Agradecíle el favor y honra que me hacia; y despues de haber brindado a todos los demas caciques que venian en nuestra compañía, nos mandó apear: que todo esto fué estando a caballo; y aunque no acostumbran hacer guardar los caballos de los que acuden a tales festejos, por habernos él convidado y llevado de diferente parcialidad, mandó a los criados de su casa, los llevasen a su potrero y mirasen por ellos con cuidado. Cojió la vanguardia el cacique, a quien fuimos siguiendo todos los de nuestra parcialidad en un cuerpo; llegamos al lugar que nos tenia señalado, inmediato al palenque y andamio del baile. Poco ántes de llegar al sitio, salieron mas de otros setenta indios principales a darnos la bienvenida, que estos eran los que ayudaban al gasto de la borrachera, cuñados y parientes del cacique Huirumanque, dueño de aquel lugar y principal motor de aquel convite. Pusiéronnos, en suma, en el lugar adonde habíamos de asistir todo el tiempo que durase aquel festejo; en él nos tenian seis o siete esteras o tapetes en que asentarnos, y por principio de fiesta, seis tinajones de chicha de diferentes jéneros.