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HISTORIADORES DE CHILE.

CAPITULO IV. BOTIGE OF De la despedida del cacique, y en que se prosigue el viaje, y de como me quedé desotra banda de la Imperial. HOME Acabada la fiesta a los seis dias, porque el tiempo no dió lugar a mas, trató Maulican, su padre y los de su cuadrilla y comarca de irse retirando ácia sus tierras; y al despedirse del cacique Huirumanque, el todo de aquel regocijo, le pidió encarecidamente me dejase en su casa, que cuidado; me tendria como a su hijo y miraria por mí con todo amor y alcuya súplica se excusó mi amo, poniendo algunos inconvenientes que le parecieron bastantes para no concederle lo que pedia. Despidiéronse del cacique a medio dia, despues de haber comido y bebido mui a su gusto; y cojimos el camino que nos pareció habíamos llevado. Pregunté a mi amo, que por qué causa no habia querido dejarme en casa de aquel cacique, cuando lo deseaba tanto, y él me lo habia prometido, por no llevarme a donde no tenia seguridad alguna, y era forzoso traerme oculto de rancho en rancho y a sombra de tejado (como dicen); respondióme que le habian certificado que aquel cacique era mui celoso, y que tenia en su casa algunas mujeres mozas y aviesas, y que yo era muchacho, y me podian ocasionar, aunque yo no quisiera, a inquietarme de manera que el cacique me maltratase o me quitase la vida; y excusando estos lances, le pareció por buen camino excusarse de su súplica y ruegos; que otros muchos caciques habian deseado lo propio, y que antes de pasar el rio de la Imperial, hallaríamos ocasion en que se me cumpliese mi deseo, pues lo deseaba él tanto como yo. Mucho estimo el cuidado (dije a mi amo) que poneis a lo que me importa; y aunque, mediante el favor divino, no le diera ocasion al cacique a que tuviese ningun recelo ni disgusto, si él es tan delicado has dispuesto mui bien en no dejarme con quien pudiera ser que mis acciones, aunque fuesen bien encaminadas, las mirase con ojos de celoso, que (como dijo el ilustrísimo Villarroel) no se sujeta a la razon su celo ni la sangre refrena su pasion airada, hablando del levita que despues de el lastimoso subceso de la mujer gozada y muerta, habiéndola despedazado estando ya sin vida, dice nuestro arzobispo que fué accion de celosa rabia. Con estas y otras pláticas entretuvimos el camino, y aun fué causa de extraviarnos del que habíamos menester, porque seguimos una vereda sin saber para adonde nos llevaba, porque ninguno de nuestros compañeros habia continuado aquellos caminos. A pocos pasos que anduvimos, divisamos de lo alto de una loma en un valle mui ameno, adonde un apacible estero ceñia por partes su contorno, un rancho de buen porte y espacioso, entre otros seis o siete que a distancia de una cuadra unos de otros se situaban a sus orillas: llegamos con disinio de saber el paraje o sitio en que nos hallábamos, para proseguir nuestro viaje, y al llegar a la casa del cacique, que era la mayor y mas vistosa, al ruido de los caballos salieron los muchachos hijos y parientes del cacique, y como