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HISTORIADORES DE CHILE.

nes, por lo cual no debo ni merezco ser oido (porque dijo Oríjenes sobre este salmo de David: ¿cómo nos ha de oir Dios, nuestro Señor, si cuando nos habla, no le oimos? cómo ha de hacer lo que queremos, si lo que quiere y manda no lo ejecutamos? quiere Dios que seamos tales, que como dioses seamos para hablar con Dios), con todo eso, Señor, no puedo dudar ni desconfiar de vuestro favor y ayuda, fundado en vuestra gran misericordia. Volví con esto al rancho, adonde el cacique estaba esperándome para almorzar; y los muchachos habian ido por otra parte en mi demanda, y ántes de entrar adentro me encontraron, preguntando por el lugar o sitio en que me habia ocultado y escondido, porque no habian podido dar conmigo en toda la mañana. En el estero estuve (les dije) divertido un rato, rezando mis devociones algo distante de la ordinaria vereda por adonde solemos encaminarnos. Aun por eso no pudimos encontrar con vos (me dijieron los chicuelos): vamos adentro, que os está aguardando el viejo para comer; que el almuerzo servia de comida entre las nueve y las diez. A este tiempo salió el viejo cacique a las espaldas del rancho a cojer el sol y a comer a la resolana, en cuya compañía fuimos platicando hasta llegar al sitio, del aire reparado y descubierto al sol; allí nos trajieron de comer y de beber mui a gusto, que los mas dias me guisaban una ave de las que me habian ofrecido los ahijados y ahijadas, sin otros regalos que me hacia el cacique, y los comarcanos parientes suyos. Acabamos de comer, y como el rancho de Pedro era el mas cercano, al instante estuvo con nosotros y significó al cacique lo que deseaba que yo saliese al campo en busca de unas yerbas que le habia dicho que conocia, para curar el achaque que su mujer padecia. Díjome el cacique mi huésped: capitan, mucho me huelgo que conozcais yerbas medicinales, porque curarás nuestras enfermedades. Yo no entiendo de eso, dije al cacique, que las yerbas que conozco, son unas con que vi curar una postema, y no sé si han de ser a propósito para tan antigua enfermedad como la que tiene la mujer de mi amigo Pedro; con todo eso, saldré a buscarlas, y si las hallare, haré todo lo posible por sanarla. Mucho estimaré de mi parte (me dijo el viejo) que pongais todo cuidado en la salud de mi parienta, que há muchos dias y meses que la tiene aflijida aquel penoso achaque, sin que haya habido persona que haya acertado a curarla, aunque se han hecho muchas y várias dilijencias. Salid con esos muchachos a pasearos por esas campañas, que hace apacible tarde sin viento ni frio, y buscaréis con cuidado las yerbas que habeis dicho; y lleven unos bollos de maiz para merendar allá, que de vuelta les tendrémos de cenar mui bien. Yo quiero tambien ir con el capitan, dijo Pedro, por hacerle compañía y guiarle. No es menester, amigo y camarada (le dije), que estos muchachos solos son bastantes para en este paseo acompañarme; porque habemos de ir rezando las oraciones, y a ratos cantándolas, que de esa suerte se aprenden mas bien y con mas facilidad. Ea pues! capitan amigo (dijo