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HISTORIADORES DE CHILE.

la paz. Lo que sé deciros, es que a mí me parecieron bien los españoles despues que fuí abriendo los ojos y teniendo uso de razon, porque mi amo nos hacia buen tratamiento, y los muchachos que servíamos en su casa, éramos doctrinados y enseñados con cuidado, bien vestidos, bien comidos y tratados. Mucho gusto recibí de haber oido a este cacique, que entre tantos que habia comunicado, ninguno se habia movido a decir bien de los pasados conquistadores. Respondióle uno de los otros caciques viejos: vos solo podeis hablar de esa suerte de vuestro amo, y los de su encomienda, porque tenian diferente tratamiento; que nosotros y los mas del reino no podemos decir eso, porque no nos dejaban sosegar en nuestras casas, ni gozar de nuestros hijos y mujeres. Es verdad, volvió a decir Aremcheu, que los que servíamos de pajes y éramos muchachos, no podemos juzgar de lo que pasaban los indios tributarios, si bien me consta que los de mi amo no se quejaban de otra cosa, sino era de que la señora queria tener todas las chinas en su casa, sirviéndose de ellas. Pues no sabeis, le volvió a decir el otro cacique, que era tanta la cudicia que tenian, que cada mes cobraban el tributo de nosotros, y al que no podia enterar el oro que le tocaba, le quitaban las mantas y camisetas con que se abrigaban y defendian de los frios rigurosos del invierno? no sabeis que al que era pobre y no tenian que quitarle, le daban cien azotes amarrado a un rollo, y tal vez le quitaban el cabello? no sabeis que nuestras mujeres e hijas eran tambien tributarias, pues las tenian en sus casas hilando, tejiendo y en otras faenas ordinarias? Esto es lo que experimentamos nosotros, si vos tuvísteis dicha de encontrar con buen amo, y que algunos aunque pocos habia tambien buenos. No hai que dudar de eso (dije al cacique), que habria entre malos otros buenos, y aunque los mas se portasen ajustadamente, con la razon en la mano y con el celo cristiano que debian, es de tal calidad el vicio y la costumbre mala, que se señorea y sobresale entre las virtudes, porque en nuestros humanos sentidos tiene el mejor lugar adquirido, y miéntras éste vive las otras mueren; porque dijo San Bernardo, que no puede asistir la virtud adonde el vicio tiene puesto su asiento y colocada su silla: de la mesma suerte no podian los buenos tener lugar, ni parecer la cara descubierta, adonde habian tantos malos, o por lo menos adonde los vicios eran manifiestos y las virtudes andaban con rebozo, a cuya causa era el vicio bien notado y no conocida la virtud. Vamos ahora, cacique amigo (le dije), a lo que al principio me apuntásteis, que me habeis tenido cuidadoso por saber lo mas perjudicial y atroz que obraron nuestros pasados, o de lo que os pareció mas inhumano. Yo os lo diré (dijo el viejo), y no lo que oí a otros, sino es lo que ví y experimenté. La mujer de mi amo era mui andariega y cudiciosa, y de ordinario tenia sus tratos y conchabos con las indias de la ranchería, y aun con los indios y muchachos; y entre los conchabos que tuvo en la ranchería, fué el haber concha bado una china de mui buen parecer, por ciertas sospechas que tuvo, por ser de otra encomienda (que las que