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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

Llámale ladron porque en todo el orbe tenia a su salvo todas las presas que queria, y llámale feliz por la falta de castigo, pues sin recelos ni temores robaba libremente y sin afanes. ¡A cuántos gobernadores de Chille pudiéramos decirles lo que al Macedonio, porque no habemos visto a ninguno castigado ni reprehendido por sus robos ni excesos!

CAPITULO XIV.

En que se refiere por menor los jéneros que traen los que van por el situado, por lo cual se conjetura no ser ajustadas las acciones. Corramos la pluma con lo que tenemos entre manos, de las mejoras y aumentos de Chille. En la ciudad de los Reyes ¿no da S. M., o sus reales ministros, a los que van por este situado, la cantidad de los ducientos y doce mil ducados en reales? Es así verdad. Pues ¿por qué quien los recibe y va para este efecto dedicado, no compra con ello lo que es necesario y de mayor utilidad para el pobre soldado, lo mejor y lo mas bien acondicionado? si trae harinas ¿no será bien que por el dinero la escoja y vea lo que trae? la miel, que es en Lima abundante cosecha y se halla en diversas partes a escojer, y a satisfaccion de el que va con los dineros, ¿por qué con ellos no se feriará lo que es de mejor calidad? sino es que presumamos lo que han publicado algunos en ocasiones (no de todos, claro está, que ha habido nuncios de este situado que habrán procedido con toda limpieza y ajuste de sus conciencias), que compraban la miel mas espesa, dura y de mejor calidad, y se encerraban en sus posadas y aguaban la miel, y de una botija hacian dos. Mas lo ordinario en otros era traer la que no podia tener salida por allá, por ser de las borras y asientos, revueltos con agua, que demas de comprarla barata y a ménos precio, les daban alguna cantidad considerable por que la recibiesen: y esto tengo por mas cierto, y sin duda debe de suceder así, pues a mí me ha acontecido haber querido sacar de la municion, a cuenta sueldo, algunas botijas de miel, y dejádolas por no haber podido hallar una, entre mas de ducientas, que fuese razonable; que a no haber experimentado estas cosas y otras, no hablaran con esta claridad mis escritos. Corramos con otros jéneros de los que suelen traer los situados, de los forzosos y mas necesarios para el vestuario de los soldados. Las bayetas, ruanes, bombasíes, damasquillos y otros jéneros que por la mayor parte son cabos y desechos de las tiendas, podridos y de mala data, ¿por qué se compran con dineros de contado semejantes trapos? ¿No es forzoso que presumamos lo que dicen, sin que el mas cuerdo y atentado en este juicio pueda ser adicionado [sic], ni juzgarle por temerario? Pues por los efectos se conoce manifiestamente que algun interes de porte se les sigue a los que, con dineros en las manos, ferian y compran estos jéneros dañados, no es mucho que presumamos lo que comunmente corre y ha corrido: que el mercader que ya no tiene salida, ni la puede tener, de sus trastes y desechos, a los que tienen a su