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HISTORIADORES DE CHILE.

he llegado a tocar este punto, diré mas por extenso lo que pasa en esta razon, para crédito de algunos ministros que tiene la Real Hacienda. Yo estaba por gobernador de las fronteras de Boroa, Imperial, Tolten, Villarica y sus contornos, cuando me ordenó el gobernador y capitan jeneral que saliese con los soldados de mi cargo, así indios como españoles, en compañía del maestro de campo jeneral, para las tierras de Junco y Rio-Bueno, adonde el antecedente año habia tenido el dicho maestro de campo una gran pérdida de capitanes valerosos y soldados; y aunque hicieron los indios amigos de mi distrito grande repugnancia a que no [sic] volviese el siguiente, con notables aprietos, pues habiéndose juntado mas de catorce caciques, llegaron al fuerte a decirme que escribiese al gobernador, que no fuese el maestro de campo a la jornada de Junco, porque importaba al reino, y que tuviese por cierto (me volvieron a decir) que si iba el maestro de campo, que no tenia que hacer caso de ellos, porque no le habian de seguir ningunos: razones que se las escribí al gobernador, y aun con mas aprieto de el que los caciques me hicieron, por ciertos indicios que teníamos del alzamiento de las fronteras, y con haber hecho dos propios para el efecto, no hicieron caudal de mis escritos; con que a los tres dias que salimos del fuerte (habiendo llegado ántes el maestro de campo), se levantó toda la tierra. Estando ya en el fuerte de la Mariquina el maestro de campo con su ejército, y habiendo yo quedado atras hablando a los caciques para que nos siguiesen; estando seis leguas de la Mariquina, llegó el cabo del fuerte de Tolten, por adonde habíamos pasado, en un caballo en pelo, sin espada ni sombrero, huyendo a toda priesa, y encontrando conmigo, que, como digo, estaba aguardando a que me siguiesen los caciques con sus soldados, me dió razon de como aquella noche le habian pegado fuego al fuertecillo, que tenia cuatro hombres (que no servian mas que de mirar el barco y atender al pasaje del rio), que a todos los demas cautivaron, y que él se habia escapado a Dios misericordia. Yo me hallé en aquel paraje solo con treinta soldados, y al instante despaché uno extraviado a dar aviso al maestro de campo, para que de los indios amigos que llevaba de la costa de la Imperial, me prendiese los caciques, hasta que yo llegase, y que si podia enviarme al camino algun socorro de jente, que lo hiciese, porque, como digo, me hallaba a seis leguas del ejército. El cacique de la parcialidad en que en aquella sazon estaba, era mi amigo (y todos los mas que yo gobernaba); llegó a mí estando recojiendo los caballos para marchar (sin darle yo a entender lo que pasaba) y me dijo, que procurase darme priesa porque les habia llegado órden de que me detuviesen, porque la tierra se habia alzado, y que para el efecto, los demas caciques sus compañeros se estaban juntando en el lugar y sitio adonde hacian sus parlamentos. Agradecíle el aviso y caminé con toda priesa para adonde estaba el maestro de campo, y dos leguas antes de llegar al fuerte de la Mariquina, encontré la caballería nuestra con los indios amigos de las fronteras, que habian ido con el