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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

kinotettomati NUÑEZ DE PINEDA Y BASCOÑAN. 243 ejército, y agregado con ellos llegué a la Mariquina, dando infinitas gracias a N. S. por que nos libró de tan conocido peligro como el que tuvimos. Aquí quede esta historia, que podrá ser que se ofrezca ocasion en que adelantarla, que al presente no ha servido mas que para dar a entender de como con este subceso quedó el fuerte Boroa cercado del enemigo, adonde tenia alguna hacienda y un hijo mio. Embistiéronle dos o tres veces con fuerza de mas de cinco mil indios a llevársele; y si cuando yo llegué a gobernarle, no pongo todo mi cuidado en hacer de nuevo la muralla con estacas nuevas y de buen porte, se llevan el fuerte: finalmente, se defendieron valerosamente los que le asistian, y como fué el cerco de mas de un año, necesitaron de valerse de la hacienda que tenia en mi casa, que seria cerca de tres mil pesos con la plata labrada y los reales, de que hicieron balas para defenderse, y la ropa la gastaron en vestirse y conchabar al enemigo algun sustento; todo lo cual sacaron de mi casa por acuerdo del cabo que habia quedado, del fator y de los demas. Y como, cuando llegamos a las fronteras, hallé mis estancias despobladas, y por cuenta del enemigo toda la demas hacienda de ganado y indios de mi encomienda, me vi obligado, despues de haber sacado la jente de aquel fuerte (que me costó harto cuidado y desvelo, siendo maestro de campo jeneral del ejército), a querer valerme de la Hacienda que para socorrer los soldados y para otras facciones del servicio de S. M. me habian sacado de mi casa: esto fué causa de que presentase los recaudos y órdenes del cabo y el entrego del fator, por cuya mano habia corrido el despendio de esta hacienda; y habiendo reconocido mi justicia el gobernador y capitan jeneral, lo remitió al acuerdo de Hacienda, de adonde salió dispuesto que los propios soldados volviesen a reconocer por la memoria del fator las partidas que cada uno habia recibido, y que las confesase; y no tan solamente las confesaron, sino es que a una voz respondieron, que era mui justo que se me pagase de sus sueldos, por haberles sido de grande alivio en sus trabajos el socorro que con mi hacienda habian tenido. Volví con estos recaudos al acuerdo, despues de haberse pasado mas de seis meses en estas demandas y respuestas, y viendo la repugnancia que habia en satisfacerme lo que se me debia justamente, me reduje a que se me pagase la mitad de la cantidad que por cuenta de S. M. se habia sacado, y que de la otra parte hacia gracia y donacion de ella, que mis necesidades no daban lugar a otra cosa; con que se me satisfizo la mitad de lo que S. M. habia gastado por su cuenta, que fueron setecientos pesos, de los que me deshicieron de plata labrada y reales para balas; y lo que tocaba a la deuda de los soldados, respondieron los ministros y rectos jueces, que yo cobrase de ellos, porque no podian dejar de darles el socorro que les tocaba, en tabla y mano propia, como estaba ordenado y dispuesto: y como los soldados estaban divididos en diferentes compañías, quién habia de andar cobrando diez pesos del uno y cuatro del otro, en retazos que no eran de provecho; con que hasta hoi me quedé sin mi hacienda.