Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/262

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
248
HISTORIADORES DE CHILE.

consolada a casa de su ama; porque atiende nuestro Dios a las aflicciones y congojas de los que le invocan. La mia era bien grande por el empeño necio en que me habia puesto, de dar gusto al camarada Pedro; y despues de haber rezado aquella oracion devota de ante oculos tuos culpas nostras ferimus, dí principio al himno de la Vírjen Santísima, que mui de ordinario le tenia en el alma y en los labios, porque es cosa cierta que podemos decir a esta gran Señora, lo que Marta a Cristo, Señor nuestro: por cosa averiguada tenemos (Reina de los Anjeles) que todo cuanto pidiereis a vuestro precioso hijo, habeis de alcanzarlo con efecto; sobre lo cual dijo estas dulces palabras San Bernardo: busquemos la gracia, el consuelo y el favor, y entremos a buscarla por la puerta verdadera, que es María, que lo que busca halla, y lo que pretende adquiere de manera que no puede defraudarse. Levanté los ojos al cielo con aquel verso deleitable, suave y amoroso de Monstrate esse matrem, que en otra ocasion fué mi mayor refujio y amparo; y habiendo puesto la mira en aqu despojado árbol, que el rigor del invierno le tenia desnudo de sus verdes ropas, que mas parecia estar de todo punto infructífero y seco, que con esperanzas de volver a verse matizado de ellas, descubrí por entre sus cortezas y secas ramas unas tan verdes y empinadas yerbas, que al punto que las divisé, me causaron gran consuelo y alegría, y habiendo considerado que yerba que en un árbol tan seco, macilento y deshojado se conservaba fresca, verde y sin la sujecion al tiempo que otras plantas, me pareció sin duda que seria de conocida virtud para mi intento: subí al árbol gustoso y apresurado y cojí un buen golpe y cantidad de yerbas con las raices de adonde procedian y se empinaban, que eran a modo de lagartijas que estaban en las cortezas brutas abrazadas. (Despues supe, cuando salí del cautiverio, ser una yerba extremada y medicinal, llamada polipodio, que jamas habia oido nombrar, ni vístola mis ojos). Bajé con toda prisa de aquel árbol barbado, que fué para mi desvelo algun alivio; salí afuera del bosque, y a breves pasos encontré a mis compañeros, que al reparo del monte me aguardaban; quienes mostraron grande regocijo de haberme visto cargado con las yerbas que solicitábamos, que las repartí entre los demas muchachos, por ser de buen porte la carga que traia. Subí a caballo a tiempo que cernia el cielo menuda escarcha, y en breve se trocó en deshecha nieve; con que apresuramos el paso y de un galope largo nos pusimos en nuestra posada. El hijo del cacique que habia ido con nosotros a llevar sus caballos, como vió que el tiempo iba arreciando, no quiso apearse; solo pidió le mancornasen los dos caballos y se los echasen por delante: hiciéronlo así los compañeros, y despues de haberle brindado con un buen jarro de chicha, partió con toda priesa a su posada. Tasadamente nos recojimos al rancho y saludamos al cacique nuestro huésped, cuando estuvo nuestro amigo Pedro con nosotros, euidadoso de saber si habíamos traido las yerbas para curar la enferma su mujer, y habiéndome saludado con todo agrado y cortesía, me preguntó si