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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

la amenaza que hace Dios N. S. a los de su pueblo, por Jeremias, que se vió cumplida bastantemente en los habitadores de ellas, pues hasta el dia de hoi se han podido volver a ver en pié aquellos edificios, ántes sí muchos de los nuestros igualados con los otros; de adonde podemos colejir y sacar evidente consecuencia, de que somos y habemos sido mucho peores que idólatras jentiles, los que no permitimos ni damos lugar a que se le dé a Dios del cielo y tierra el tiempo que es suyo y está dedicado solo a su mayor honra y gloria: con que nos hallamos siempre con el castigo del Señor sobre nosotros, porque no cumplimos sus mandatos y menospreciamos sus preceptos. Solo este era suficiente y bastante oríjen para que no solicitásemos ni inquiriésemos causas ni otros fundamentos para las ruinas y desolaciones de nuestras ciudades antiguas, y para los menoscabos de las presentes; pues para la total perdicion del universo y de todo nuestro ser humano, bastó la inobediencia de nuestro primero padre, en el quebrantamiento del precepto, como lo notó agudamente la docta pluma del grande doctor Francisco de Mendoza, con estas palabras: De admirar es (dice este doctor) que en guardar o quebrantar un precepto solo, y en materia tan leve, consistiese nuestra salud o nuestra ruina, nuestra vida o nuestra muerte. El desdichado fin y muerte de Samson, ¿en qué consistió o estuvo? Díganoslo la lumbrera de la Iglesia San Agustin: no penseis (dice este santo) que la fortaleza de Samson estaba en lo sensible del cabello, sino es en la obediencia del precepto divino, y miéntras permaneció en guardar el mandato de Dios, se le aumentaba la fuerza con el don del Spíritu Santo; pero luego que faltó a esta observancia y se sujetó a los halagos y persuasiones de una engañosa mujer, al instante se le apartó el spiritual don de fortaleza y fué como una bestia sujetado. Esto es lo que se adquiere de no guardar los preceptos divinos, por lo cual nuestros antepasados experimentaron los castigos de Dios, y en estos tiempos nosotros no habemos quedado sin parte, con ciertas señales de ser igualados en todo con ellos. Vamos adelante con las palabras que en los capítulos atrasados nos dijieron los caciques, sobre que habemos ido haciendo algunos reparos, y ponderarémos en el capítulo siguiente otras acciones inhumanas de nuestros antepasados conquistadores.

CAPITULO XXII.

En que se prosiguen y se refieren las acciones y modo de vivir de los antiguos. Refirieron los caciques ancianos la inhumanidad de las mujeres con cudicia insaciable, que las tenia sujetas, la opresion en que tenian el servicio, indias, chinas y muchachos, aun de los que no tenian suficiente edad para el trabajo, teniendo asímesmo las mujeres casadas, sirviéndose de ellas contra su voluntad; con que el desventurado vasallo, al fin